Alrededores de Cadiz
Cádiz y su provincia ocupan una superficie de unos 7.400 kilómetros cuadrados, divididos en 45 municipios. Curiosamente, la capital provincial, dedicada fundamentalmente a los servicios, el turismo y la Administración local, no es ni el más extenso de ellos (13,3 kilómetros cuadrados), ni tampoco es el más poblado (unos 117.000 habitantes).
Ese título le corresponde a Jerez de La Frontera, con unos 213.000 habitantes, ciudad con amplia historia y una especial vinculación con el mundo del vino, en bodegas como Tío Pepe, Fundador, Lustau o Williams & Humbert. Así pues, merece la pena cubrir los algo más de 35 kilómetros que las separan para conocer esta localidad a fondo.
Muy próximas están también El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona y Rota. Todas ellas comparten la influencia oceánica de Cádiz. Su historia y desarrollo urbanístico, agrícola, industrial y turístico están íntimamente ligados al mar y a la fructífera relación entre España y América a través del Atlántico.
Más allá de la bahía de Cádiz existen también un buen puñado de localidades con suficientes atractivos como para justificar una visita. La más cercana es San Fernando, unida a Cádiz a través del istmo de Cortadura. Entre lo más notable de esta ciudad figura el Real Instituto y Observatorio de la Armada, institución que acoge un museo de obligada visita para los amantes de la navegación en general.
Algo más allá se abren las extensas playas de Chiclana, que continúan en las calas de Roche, en el bonito pueblo blanqueado de Conil y en la playa de El Palmar. Ésta pertenece a Vejer de la Frontera y, sin perder de vista el mar, conecta con Barbate y Zahara de los Atunes, muy conocidas por ese manjar que es el atún de almadraba.
Vejer, por cierto, figura por méritos propios en la lista de “Los pueblos más bonitos de España”. En esa lista también hay otras localidades gaditanas, englobadas a su vez en la llamada Ruta de los Pueblos Blancos: Zahara de la Sierra, Grazalema y Setenil de las Bodegas. Los tres impactan por su belleza, por su hondo sabor popular, por su integración en el entorno natural en que se encuentran y por su gastronomía, en la que el queso elaborado a partir de la leche de cabras payoyas debería ocupar un lugar de privilegio.
La puerta de entrada a esa Ruta de los Pueblos Blancos es la localidad de Arcos de la Frontera. Escenografía pura, subida como está a una quebrada sobre el cauce del río Guadalete. El mismo que luego desemboca en El Puerto de Santa María y que es el “responsable” de que Cádiz, en lugar de ser un archipiélago, sea hoy una península conectada a su vez con la Península Ibérica.
No se puede hablar de los alrededores de Cádiz sin mencionar a Tarifa y Gibraltar (por más que esta ciudad no se considere territorio español sino británico). Ambas cierran el estrecho de Gibraltar por el lado europeo y recuerdan que África está ahí mismo, a poco más de media hora de ferry.
Sobre todo, en el caso de Tarifa, cuya fisonomía urbana mantiene en buena parte el trazado que ya tenía durante la época musulmana. Y no olvidemos que fue aquí, en este punto, donde las tropas del comandante bereber Tarik comenzaron la conquista de la Península en el año 711 de nuestra era.
Pero, mucho antes, esta zona del litoral gaditano ya había vivido periodos de esplendor, como demuestra el yacimiento romano de Baelo Claudia, junto a la playa de Bolonia. Ésta figura, año tras año, entre las mejores del país. La enorme duna que la enmarca por uno de sus flancos, coronada por una espesa vegetación, es todo un emblema de la provincia de Cádiz.
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