Gràcia
Al noroeste del Casco Antiguo y el Eixample de Barcelona se ubica el distrito de Gràcia, que no podría ser más barcelonés y, sin embargo, siempre ha sido un mundo aparte. Surgida alrededor de una parroquia en 1628, la Villa de Gràcia fue independiente de la ciudad durante buena parte del siglo XIX (en los periodos 1821-1823 y 1850-1897), un hecho que explica que, pese a su actual mezcla de vecinos de toda la vida, estudiantes Erasmus, gitanos y artistas bohemios, el barrio conserve un aire de pueblo pequeño en mitad de Barcelona. El distrito está integrado por cinco barrios que pueden dividirse en dos partes diferenciadas: Villa de Gràcia, origen del antiguo pueblo, y cuatro barrios nacidos en zonas rurales donde la burguesía comenzó a construir masías de recreo: Camp d’en Grassot-Gràcia Nova, Vallcarca i els Penitents, el Coll y La Salut –los tres últimos ubicados en la parte alta de Gràcia-.
El Parque Güell, ubicado en el barrio La Salut, ha puesto el distrito en el mapa por tratarse de un símbolo internacional de Barcelona, visitado cada año por unas tres millones de personas (llegaron a ser nueve antes de que se empezara a cobrar entrada en 2013). Desplegado en la ladera meridional del monte Carmelo, este parque público es una de las máximas expresiones de la genialidad y el modernismo catalán del artista Antoni Gaudí: se trata de un universo estético en el que la arquitectura y la naturaleza confluyen, donde todos los elementos ondulan y serpentean a semejanza de las formas orgánicas. Una de sus imágenes icónicas es el dragón de mosaico cerámico realizado con la técnica del trencadís, inventada por Gaudí. En esta zona alta de Gràcia también sobreviven algunas de aquellas masías señoriales de la burguesía como Can Tusquets (hoy sede de un convento), Can Xipreret (actual Club de Tennis de la Salut) o Can Muntaner.
Bajando a Villa de Gràcia llegamos al corazón del barrio, un entramado de calles estrechas y soleadas plazas donde se ha instalado la cultura de la terraza, ya sea de día o de noche. Aquí no podemos dejar de pasear por las callejuelas entre la calle Asturias y Travessera de Gràcia, repletas de centros culturales, pequeños cines, teatros de barrio y comercios locales en donde el tendero exclamará orgulloso que es de Gràcia, antes que de Barcelona. También hay que recrearse en sus emblemáticas plazas, como la de la Villa de Gràcia, con su mítico campanario y el antiguo ayuntamiento, la multicultural Plaza del Sol, la de la Virreina, la del Diamant, la de la Revolució…En la Plaza de Lesseps encontraremos la Casa Vicens, el primer proyecto modernista de un joven arquitecto Gaudí, y en la Plaza del Raspall gitanos como El Pescaílla se inventaron la rumba catalana tocando en la calle.
Todos estos lugares alcanzan su máximo esplendor a mediados de agosto en la Fiesta Mayor de Gràcia, cuando los vecinos compiten por engalanar su calle con los mejores adornos, que llevan meses preparando, y este pequeño universo se llena de conciertos, bailes y cenas comunitarias. Y es que Gràcia es un distrito muy creativo y asociativo, como demuestran sus muchas asociaciones vecinales y centros cívicos, algunos con sede en edificios abandonados como la antigua fábrica La Sedeta o la desaparecida Editorial Bruguera. El barrio de Vallcarca i els Penitents, famoso por su viaducto, es un referente tradicional del movimiento okupa, aunque cada vez menos tras varios desalojos en los últimos años.
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