Albaicín
Granada nació en este barrio árabe, cuyo nombre significa “arrabal de los halconeros” (al-bayyāzīn), construido desde el siglo XI alrededor de la Alcazaba Cadima que la dinastía zirí levantó sobre una colina bañada por el río Darro. Hoy la Alcazaba ha desaparecido, pero sobrevive una trama urbana de estrechas y empinadas callecitas empedradas que forman un laberinto, donde es fácil perderse entre sus cármenes -típicas viviendas granadinas con un jardín interior-, aljibes y olorosos jazmines. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994, el Albaicín esconde múltiples tesoros y leyendas, pero todos sus caminos terminan en el Mirador de San Nicolás, que ofrece los mejores atardeceres con vistas a la Alhambra y Sierra Nevada.
El barrio, en el que hoy viven unos 8.300 vecinos conocidos como albaicineros, ha tenido tradicionalmente una identidad propia al margen del resto de la ciudad que queda a sus pies, quizá porque fue tradicionalmente el hogar de los musulmanes, quienes quedaron aislados desde la conquista cristiana de Granada en 1492 y fueron definitivamente expulsados en 1609. De ahí que muchas de las iglesias y cármenes del barrio estén construidas sobre antiguas mezquitas y palacios nazaríes.
El Albaicín consta de una parte baja en la que destaca la Carrera del Darro, para muchos la calle más bonita del mundo, que parte de la animada Plaza Nueva y bordea la ribera del río Darro hasta llegar al bohemio Paseo de los Tristes, la única calle de Granada cuyo nombre no aparece en el mapa (su nombre oficial es Paseo del Padre Manjón). A la vera del río encontramos El Bañuelo, unos baños árabes del siglo XI que son los más antiguos de Granada, y la renacentista Casa del Castril, actual sede del Museo Arqueológico de Granada que oculta una misteriosa leyenda. Y, finalmente, el Paseo de los Tristes, cuyo ambiente de tapeo y música callejera contrasta con su melancólico apodo: se lo pusieron porque por aquí solían pasar en el siglo XIX los cortejos fúnebres de camino a un cementerio cercano. También en la parte baja, pero al noroeste, se erige la Puerta de Elvira, la entrada original a la antigua medina árabe desde Medina Elvira, que fue la ciudad importante de la comarca hasta la fundación de Medina Garnata, como los árabes llamaron a Granada.
El conocido como Albaicín Alto encuentra su punto neurálgico en Plaza Larga, una animada y estrecha plazuela perfecta para parar en un bar o probar unos dulces árabes. Desde aquí, lo mejor es dejarse llevar por las callejuelas y dejarse sorprender por algunas de las atracciones del barrio: el citado Mirador de San Nicolás, la moderna Mezquita Mayor -la primera construida en Granada desde 1492-, los viejos aljibes de época árabe, el Palacio de Dar Al-Horra, que perteneció a la madre de Boabdil, o la antigua casa morisca del Chapiz. Hasta los propios nombres de las calles, tan pintorescos como María de la Miel, Aljibe de la Vieja o Placeta del Cristo de las Azucenas, ofrecen un atractivo pasatiempo para el turista, ya que muchos proceden de una leyenda popular.
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