Sobrarbe
La comarca de Sobrarbe se presenta ante los amantes de la naturaleza y los aficionados a la montaña como un auténtico paraíso, demostrándonos su riqueza natural el hecho de que más del 50% de su territorio se encuentre protegido. En el mismo sobresale el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Pero no es el único, ya que la comarca comprende también sectores el parque natural de Posets-Maladeta, el parque natural de la Sierra y Cañones del Guara y el monumento nacional de los Glaciares Pirenaicos.
El primero de ellos, dividido en cuatro sectores (Ordesa, Escuaín, Pineta y Añisclo), fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1997 y ofrece al visitante un espectáculo visual siempre cambiante, pues los colores de su vegetación van mudando y pintando un paisaje diferente a medida que se suceden las estaciones del año.
Aunque también se puede ingresar al parque nacional de Ordesa y Monte Perdido desde las localidades de Bielsa, Broto y Fanlo, vale la pena pasar, antes o después de visitarlo, por Torla-Ordesa, un encantador pueblo de apenas 300 habitantes situado al pie de la montaña. Su casco antiguo conserva casonas típicas del Alto Aragón, las cuales fueron erigidas entre los siglos XIII y XVIII, destacando también en él la iglesia románica de San Salvador, la plaza Mayor y el castillo.
El cañón de Añisclo, una sobrecogedora garganta natural esculpida durante siglos por el río Bellós, es otro de los puntos de interés de la comarca de Sobrarbe, famosa además por ser uno de los mejores lugares del mundo para observar al quebrantahuesos, una de las aves más singulares del planeta. Para los interesados, a dos kilómetros de Aínsa existe un comedero de aves necrófagas —creado por la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos— en el que se pueden contemplar tanto quebrantahuesos como ejemplares de alimoches, milanos reales y buitres leonados.
Si nos fijamos en la vertiente patrimonial de Sobrarbe, el sur de la comarca posee una sorprendente densidad de fortalezas levantadas entre los siglos X y XI para contener las incursiones enemigas. Es el caso de los castillos de Morcat, Troncedo, Muro de Roda, Morillo de Monclús, Boltaña, Abizanda o Samitier.
Ahora bien, si tuviéramos que visitar solo uno, recomendamos poner rumbo a Aínsa para recrearse en su fortaleza, la cual empezó a construirse en el siglo XI, sufriendo después diferentes alteraciones que alcanzan hasta el siglo XVII. Declarado conjunto histórico-artístico en 1965, su casco antiguo es una joya del Pirineo oscense en el que sobresale su preciosa plaza Mayor con suelo adoquinado y fachadas pétreas con balcones rebosantes de flores. Si el tiempo acompaña, merece la pena tomar asiento en una de las terrazas ubicadas junto a los soportales de la plaza y saborear sin prisas un café o una cerveza en tan privilegiado escenario. En una de sus esquinas se alza la torre de la iglesia de Santa María, un buen reclamo visual para acercarse a este templo adscrito al románico aragonés al que también recomendamos asomarse.