Barrio del Ensanche
El nombre del barrio del Ensanche hace referencia al crecimiento de la ciudad a partir de la avenida de Ordoño II y la plaza de Santo Domingo. Esa ampliación se produjo a principios del siglo XX como resultado de la demanda burguesa de un urbanismo que respondiese a sus nuevos intereses comerciales y de vivienda. Este vecindario creció como continuación al entramado de callejuelas medievales del Barrio Húmedo. Es muy aconsejable dar un paseo por el monumental Centro de León, incluyendo el conocido Barrio Romántico que depara grandes sorpresas patrimoniales que merecen tiempo de dedicación y al Ensanche.
Curiosamente, los Barrios Húmedo y Romántico se sitúan uno frente al otro, con la calle Ancha de por medio, por lo que el paseo se puede hacer a continuación del primero sin problema. Al caminar por sus calles y admirar las fachadas que salen al encuentro pronto se percibe por qué recibe el nombre de Romántico ya que el romanticismo flota en el aire. No pueden faltar en el recorrido la plaza de San Marcelo, con la iglesia homónima, el palacio de Torreblanca y la casa de la Poridad. Tampoco uno de los testigos del floreciente Medievo, el palacio de los Guzmanes, que está considerado el principal monumento civil de León. Otro hito monumental a su altura es la famosa casa Botines, cuya reconocible impronta se debe a la imaginación de Antonio Gaudí. Esta gran construcción se levantó a finales del siglo XIX por deseo del comerciante Juan Homs y Botinás.
El patrimonio leonés no termina ahí sino que hay continuar recorriendo el Centro de León para descubrir la belleza de la colegiata de San Isidoro. Es de estilo románico y recoge entre sus piedras el pasado de todo un reino. Es obligado pasar al interior para visitar el Panteón Real, con bonitos murales románicos, donde yacen reyes y otros personajes relevantes. Del pasado también habla la cercana puerta del Castillo –o arco de la Cárcel–, que es hoy día el único arco que permanece en pie de las once puertas que tuvo León.
Y en esta parte de la capital también se encuentra la gran joya leonesa, ante la que es imposible no caer rendido a sus pies desde el primer momento: la catedral de León. Conocida como la Pulchra Leonina, por la pureza de su estilo gótico, impresiona por su tamaño, casi dos mil metros cuadrados de detalles y color. Su construcción comenzó a inicios del siglo XIII pero su claustro no se concluyó hasta 1566. Desde entonces ha sufrido algún que otro altercado, incluido el desplome de varias bóvedas, un incendio… pero sigue luciendo espectacular.
Es muy recomendable pasar a su interior para ver sus 125 ventanales cubiertos por magníficas vidrieras. Alrededor de este gran templo hay una animada vida comercial y de ocio.
Además de recorrer el frontal de la catedral, también hay que rodearla para ver los restos de las termas romanas y lo que queda de las murallas romanas de León que rodeaban la ciudad formando un cuadrilátero.
No podemos terminar sin acudir también a la plaza de Santo Domingo, como nexo entre la ciudad antigua y el Ensanche, donde se sitúa el Museo de León (Edificio Pallarés), que es el más nutrido de la provincia. Sus colecciones abarcan desde el Paleolítico hasta el siglo XX: mosaicos, estelas, lápidas, mobiliario, orfebrería, etc.