Madrid Centro
Formado por los barrios de Palacio, Embajadores, Cortes, Justicia, Universidad y Sol, el distrito Centro de Madrid es el más histórico y antiguo de los 21 distritos municipales que conforman la capital española. Es además el más multicultural, pues con una población aproximada de 132.000 habitantes, el 22% de los mismos son extranjeros. Y es que Madrid siempre ha sido hogar de inmigrantes, tal y como demuestra su historia. Para conocerla hay que remontarse al origen de la ciudad, a aquel Mayrit —Madrid en árabe— de los siglos IX y X que nació alrededor de la fortaleza del emir Mohamed I, levantada a orillas del Manzanares a fin de detectar posibles ataques cristianos. Tras su reconquista a manos de estos últimos en el siglo XI, Madrid continúo ganando importancia como frontera natural entre el norte y el sur peninsulares. Tanto es así que en 1561 el monarca Felipe II trasladó allí su corte, momento a partir del cual la expansión de Madrid, en forma de arrabales extramuros, cobró una velocidad inusitada. Sería el nieto del citado monarca, Felipe IV, el que a mediados del siglo XVII mandaría construir alrededor del casco antiguo un muro—conocido como Real Cerca de Felipe IV—, el cual, a pesar de no existir físicamente en la actualidad, continúa delimitando con asombrosa precisión las fronteras del distrito Centro.
Con una encantadora traza urbana conformada mayoritariamente por manzanas irregulares y calles estrechas, los barrios de este distrito son, sin duda, los que mejor conservan el aroma medieval y castizo de la capital madrileña. A su vez, es en ellos dónde se aglomeran los mayores centros de atracción turística, con zonas tan emblemáticas como la Puerta del Sol, la Plaza de España, la Plaza de Cibeles, el Paseo del Prado o el Palacio Real, entre tantos y tantos otros.
La Gran Vía, —apodada como el «Broadway madrileño» por la profusión de cines y teatros que acoge—, secciona de oeste a este el distrito Centro, de tal manera que los barrios de Universidad y Justicia quedan al norte de la misma; y los barrios de Sol, Cortes y Embajadores al sur. Ahora bien, si el nombre oficial de estos barrios no os suena no os preocupéis, seguramente sí os sonarán sus denominaciones populares. Es el caso de Cortes —o zona de Huertas—, un barrio que antes de acoger el Congreso de los Diputados, fue cuna del Siglo de Oro español, tal como atestiguan las numerosas estatuas de escritores, como Calderón de la Barca o Cervantes, que pueblan sus plazas. Hoy posee también, además de innumerables bares con tapas y locales de fiesta, el llamado Triángulo del Arte, formado por los tres museos más importantes de la ciudad: el Museo del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza.
El caso de Justicia y Universidad es similar. Conocidos popularmente bajo el nombre de Chueca y Malasaña respectivamente, estos barrios exhiben en la actualidad un mestizaje entre lo moderno y lo antiguo digno de ser visitado. Con una alta concentración de bares, librerías, mercadillos, restaurantes y espacios vintage, es por la noche cuando sus calles se convierten en un verdadero hervidero de gente, tal como sucediera en la Movida madrileña de los 80, de la cual fueron epicentro. Además, y aunque es de sobra conocido, el barrio de Chueca es la zona gay por excelencia de Madrid, y por eso en sus calles se celebra, a finales de cada junio, la aclamada fiesta del Orgullo Gay.
El caso de Embajadores —o Lavapiés— es un capítulo aparte. Señalado por muchos como la antigua judería de Madrid, hoy sus calles esconden un mundo de 88 nacionalidades. Esto se concreta en la oferta gastronómica más variada de todo Madrid, con restaurantes cuyas cartas van desde Senegal hasta China, pasando por República Dominicana, Marruecos o Australia.
Por último, los barrios de Sol y Palacio evocan la faceta más aristocrática de la ciudad, comúnmente conocida bajo el nombre del Madrid de los Austrias. Actualmente, el primero actúa como eje de la vida turística, cultural y lúdica madrileña, con los cines, teatros y tablaos flamencos de la Gran Vía, por un lado, y las grandes superficies comerciales de la calle de Preciados, por el otro. En el caso del segundo barrio, su nombre no da lugar a equívocos. El Palacio Real y la plaza de Oriente, encabezada esta por el Teatro Real, constituyen por sí mismos un atractivo único, cuyo carácter histórico contrasta con el ambiente comercial de la vecina calle del Arenal, llena de tiendas, restaurantes y cafés típicos.
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