San Luis
Sant Lluís –o San Luis en castellano– es un municipio situado al sureste de Menorca, con una población de aproximadamente 7.000 habitantes repartida en 14 núcleos urbanos. Conocido anteriormente como Garriga de Binifadet –la palabra catalana garriga significa bosque bajo, que es el paisaje característico de la región–, su historia cambió para siempre cuando, en 1756, los franceses lo conquistaron con el propósito de reunir los caseríos de la zona en un único núcleo principal. Lo hicieron alrededor de la iglesia de San Luis –templo de estilo neoclásico construido en honor al rey francés Luis XV–, la cual bautizó la nueva capital municipal y sirvió como epicentro de su futuro desarrollo.
Como una herencia directa de su pasado francés, el pueblo de Sant Lluís se caracteriza, a diferencia de otros tantos pueblos menorquines, por las manzanas rectangulares de su marcado trazado hipodámico. No renuncia por ello a las habituales casas encaladas de la arquitectura menorquina, ni tampoco a la frecuente abundancia de edificios históricos. El epicentro de la localidad se halla en la plaza de Sa Creu, una explanada rectangular y escuetamente decorada donde se alzan tanto la ya mencionada iglesia como el edificio del Ayuntamiento. A su vez, la plaza sirve indistintamente como escenario para el mercadillo dominical y para las fiestas populares que la localidad celebra en honor a su patrón San Luis. Celebradas cada año durante el último fin de semana de agosto, en ellas se reúnen los sanluiseros para disfrutar de las carrozas, de los fuegos artificiales, de la música en directo y del tradicional desfile de caballos –popularmente conocido como jaleo–.
De San Luis también se pueden destacar sus tres molinos, ya que siglos atrás el pueblo subsistía, en cierta medida, gracias a los payeses, campesinos de Cataluña y Baleares que acudían a ellos a machacar el grano. De los tres, el molí de Dalt ─molino de Arriba, en castellano─ es el mejor conservado. Construido en 1762 durante la breve dominación francesa, este edificio es, en la actualidad, un museo etnológico en el que descubrir las herramientas e instrumentos que usaban siglos atrás los trabajadores de oficios ya extintos. A diferencia de este, ni el molí d’Enmig –de en medio– ni el molí de Baix —de abajo— conservan su maquinaria original, siendo objeto de uso por parte de iniciativas privadas y municipales respectivamente.
Por último, San Luis también sobresale por sus restaurantes, en los que es posible degustar platos típicos de la cocina mediterránea. El Sa Pedrera d’es Pujol es un sofisticado restaurante famoso por su menú degustación, con platos destacables como el ‘corneto de queso de Mahón’. Por otro lado, La Venta de Paco se adapta a presupuestos más ajustados manteniendo una gran calidad. Se recomienda probar la escalibada con pan y tomate o el helado de Mahón. Para los amantes del vino, las Bodegas Binifadet, ubicadas en las afueras del pueblito, ofrecen al visitante tanto catas de vinos propios como comidas típicas en su impresionante finca.
A pesar de que la localidad de San Luis es la capital municipal, la misma se disputa el protagonismo con otros núcleos turísticos situados en la línea costera del municipio, surgidos a mediados de los años 70, al calor de la recién estrenada democracia española. Uno de ellos es Binibèquer —Binibeca en castellano—, una localidad de ensueño cuyos blancos chalés imitan la atmósfera de los pueblos de casas típicas menorquinas. Otro atractivo lo encontramos en la cercana cala de la que el pueblo tomó prestado el nombre, y que se caracteriza por sus rocas calcáreas, sus aguas cristalinas con reflejos turquesa y su constante exposición al sol.
En general, los amantes de las playas vírgenes encontrarán en la costa de San Luis un auténtico paraíso. En contraste con la transitada cala de Binibeca, aparecen otras tantas playas ocultas como cala Rafalet y Biniparratx. Rodeadas ambas por acantilados, la primera se caracteriza por su umbría; y la segunda por sus cuevas, perfectas para ser exploradas.
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