Centro histórico Milán
El centro histórico de Milán se encuentra delimitado por la Cerchia dei Navigli, un anillo de calles que puede distinguirse claramente desde el aire y cuyo trazado se corresponde con el del antiguo foso defensivo de la ciudad. Dicho cinturón urbano ciñe una extensa área que reúne vestigios del pasado medieval de la población, atractivas instituciones culturales y selectas tiendas que hacen las delicias de los amantes de la moda.
El mejor punto de partida para recorrer el centro histórico de Milán es la piazza del Duomo, donde se alza su majestuosa catedral, un templo que destaca por la luminosidad exterior que le otorga el mármol blanco rosado procedente de las cuevas de Candoglia, así como por la sutil mezcla estilística entre el gótico internacional y las tradiciones constructivas lombardas. Es posible ascender a la cubierta del edificio para ver de cerca las esculturas que coronan sus pináculos y contemplar el entorno urbano, donde destacan edificios de gran relevancia histórica como el vecino Palacio Real.
Otra alternativa que también merece mucho la pena es ingresar al Museo del Novecento, donde, además de descubrir atractivas obras de Giorgio de Chirico y Marinetti, entre otros muchos artistas del siglo XX, podréis disfrutar de una perspectiva sumamente original de la fachada del Duomo, la que brindan las cristaleras de su planta superior.
La oferta artística del centro histórico de Milán presenta otras propuestas muy interesantes a pocos minutos a pie desde el Duomo. Es el caso de la Pinacoteca Ambrosiana, con una muestra que incluye obras de Botticelli, Tiziano, Caravaggio y Rafael Mengs; el Palacio Real, antigua sede del gobierno local hoy reconvertida en espacio expositivo; y el Museo Poldi Pezzoli, una sorprendente colección privada que puede visitarse en la lujosa residencia de Gian Giacomo Poldi Pezzoli, el joven aristócrata que se encargó de atesorarla.
Tampoco debéis perder la oportunidad de acercaros a la piazza Mercanti, pues se trata de uno de los rincones con más encanto del centro milanés y un punto clave en su trazado urbano, ya que de allí partían las seis arterias que conectaban el corazón de la ciudad con sus antiguos distritos. Esta diminuta plaza, que es una de las más viejas de la población lombarda, está concebida como un verdadero museo de arquitectura al aire libre. Y es que cada una de las fachadas que la conforman responde a un diseño único, dando lugar así a un conjunto heterogéneo y encantador a partes iguales.
Para descubrir el Milán de la moda y el glamour hay que pasear sí o sí bajo las bóvedas acristaladas de la Galleria Vittorio Emanuele II, el elegante pasaje donde Mario Prada estableció en 1913 su primera tienda de equipajes. Allí se dan cita las boutiques más exclusivas de una de las capitales internacionales de la moda, compartiendo el protagonismo con la via Montenapoleone, que es la calle más famosa del Quadrilatero d’Oro milanés.
Finalmente, vale la pena concluir el recorrido por el casco antiguo de la capital de Lombardía poniendo rumbo al suroeste para visitar las Columnas de San Lorenzo, uno de los pocos vestigios romanos de la ciudad; la basílica de San Ambrosio, donde está enterrado el antiguo obispo y patrón de Milán; y el convento de Santa Maria delle Grazie, de fama mundial por custodiar en su refectorio la icónica Última Cena de Leonardo da Vinci. Ahora bien, los amantes del genio del Renacimiento no deberían irse de Milán sin ver antes el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, pues en una de sus salas se exponen algunos de los bocetos ejecutados por el artista florentino, los cuales contribuyen a ilustrar cómo trabajaba la incansable mente del pintor.
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