Kasbah
La Kasbah de Marrakech se halla a menos de un kilómetro del corazón de la ciudad, la plaza de Jamaa el Fna. Flanqueada por las murallas que en el siglo XII mandó levantar Ali Ben Yusuf, las cuales fueron ampliadas durante los periodos almohade y saadí, sus monumentos reflejan el antiguo esplendor de la ciudad imperial. Al mismo tiempo, vale la pena pasear por sus calles y experimentar el ajetreo cotidiano del barrio, transitado, de forma bastante caótica, por viandantes, automóviles y coches de caballos que sortean como pueden los puestos de verduras y pescado.
Si os animáis a visitar el barrio, no hay mejor opción para ingresar al mismo que cruzar la Bab Agnaou, ya que esta puerta, erigida en el siglo XII, es la más bella de las 19 que reúne la muralla de Marrakech. Pese a no ofrecer un gran derroche en cuanto a lo que a materiales constructivos se refiere, la portada destaca por su cuidada ornamentación, incluyéndose en ella desde inscripciones coránicas hasta motivos florales y geométricos que decoran tanto las enjutas del arco como los frisos que lo enmarcan.
A escasos cien metros de allí se encuentra la mezquita de la Kasbah, también conocida como la mezquita de Moulay Al-Yazid, del Palacio o de las Manzanas de Oro, la cual, junto a la mezquita de Kutubía, es uno de los edificios religiosos más grandes de Marrakech. Aunque se erigió a finales del siglo XII, durante el periodo almohade, su imagen actual es fruto de la reconstrucción que se llevó a cabo en el siglo XVI —tras verse afectada por la explosión de un almacén de pólvora cercano— y a una serie de intervenciones efectuadas durante el siglo XVIII. Desgraciadamente, solo pueden visitar su interior los fieles musulmanes. No obstante, los que no lo sean siempre podrán recrearse en la decoración de su minarete, cuyos muros están revestidos con paños de sebka y frisos de azulejos blancos y verdes.
De igual manera, cualquier viajero puede visitar las Tumbas Saadíes, uno de los monumentos más impresionantes de la ciudad, situado en el jardín contiguo al templo. En este conjunto funerario descansan los mandatarios más destacados de la dinastía saadí, así como un centenar de guerreros y sirvientes. Su sala de las Doce Columnas es uno de los must en vuestra visita a Marrakech, valiendo la pena poner rumbo a la Kasbah solamente para apreciar la belleza de los estucos que recubren sus paredes y los mocárabes suspendidos en el intradós de sus arcos.
Finalmente, en el extremo nororiental del barrio encontraréis las ruinas del palacio El Badi, el cual, pese a los esfuerzos del sultán alauita Moulay Ismaíl por borrarlo de la historia, aún permite hacernos una idea de su antigua grandeza. Dicho conjunto palaciego, que según las crónicas recibió influencias de la Alhambra granadina y que está declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, impresionaba a todo aquel que lo visitaba, reuniendo, nada más y nada menos, que 360 estancias.
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