Medina
En el barrio de la Medina se encuentra el Tánger más auténtico. Aquí se esconden una historia milenaria, unas costumbres singulares y una sabiduría que se transmite de generación en generación. Es un espacio mítico que invita a los viajeros a disfrutar del corazón de una ciudad cosmopolita a través de sus estrechas calles de casas encaladas. Por aquí anduvieron artistas de la talla de Matisse y Delacroix, y escritores como Paul Bowles o William Burroughs, que se quedaron impactados con el encanto de los níveos callejones del gran Zoco, situado al pie de las murallas de la Kasbah, y cuando miraban a lo alto, como ahora, se topaban con una gran fortaleza, la alcazaba que corona la medina.
Los mercados tradicionales son los grandes protagonistas de la Medina de Tánger, el Gran Zoco y el Zoco Chico. Te saldrán al encuentro, porque escucharás, sí o sí, los ecos del pasado glorioso de esta animada ciudad y el sonido de las herramientas de los artesanos locales. Los comerciantes se levantan muy temprano para ofrecer sus mercancías en un espacio lleno de color y puestos fotogénicos. Aquí encontrarás un sinfín de pequeñas tiendas con artículos variopintos, fundamentalmente de artesanía y regalos: calzado tradicional, carteras, ropa, alfombras, bolsos, etc. También verás puestos donde se venden verduras, especias, frutas y otros productos de consumo habitual, lo cual te permitirá disfrutar de escenas cotidianas de la vida local de Tánger. Descubrirás que el mercado está salpicado de numerosos cafés con bonitas terrazas, desde las que podrás contemplar el trajinar de los tangerinos en sus quehaceres diarios. Es una experiencia que tiene mucho encanto para el viajero, porque aquí se puede tomar el pulso a la ciudad, ya que es el punto comercial más importante de Tánger.
Estampas de bellos colores
En la Kasbah o recinto amurallado de la ciudad antigua descubrirás bonitas estampas y casas pintadas de colores llamativos. Desde aquí se domina toda la ciudad y podrás apreciar las mejores panorámicas del estrecho de Gibraltar. Si tienes tiempo, es el momento de adentrarte en el Museo de la Kasbah de Tánger, que ocupa el espacio del antiguo palacio del sultán y alberga artesanías de todos los puntos geográficos de Marruecos. Hay cerámicas de Fez, kilims amazigh, bordados de Chefchaouen… Su decoración también sorprende al viajero, que descubre en ella una variedad infinita de artesonados, maderas talladas y filigranas de yeso. El último sultán residente en este palacio-museo fue Moulay Hafid, que se quedó aquí hasta 1912. Y no te olvides de mirar hacia arriba y fijarte en la cúpula de principios del siglo XVIII, esculpida a mano, que conserva todavía parte de su pintura original, ni de descubrir su jardín andalusí, donde sobreviven árboles con más de ocho siglos de vida.
La medina de Tánger brinda un paisaje urbano lleno de constrastes. Hay bullicio, caos, agitación, pero también ternura, orden y belleza. Y si quieres y lo buscas, también encontrarás espacios de paz y calma, como el que te ofrecen los increíbles y hermosos Jardines de la Mendubia que rodean el Palacio de Mendub y que permiten al viajero descansar del ajetreo urbano. Es un territorio verde donde se respira paz y calma y que está presidido por un gran ficus que, dicen, ha superado los 800 años de vida. En la zona más alta del parque, encontrarás más de 30 cañones de bronce antiguos a la vista del público. Detrás, se encuentra el cementerio musulmán, hoy transformado en un gran parque público, en el que se pueden ver algunas lápidas y tumbas que recuerdan su primitivo uso.
Fachadas azules y blancas
Cuando la luz del día se apaga, se recomienda al viajero pausar el ritmo y disfrutar de las escenas cotidianas que se improvisan en cada esquina. Los niños, los adultos y los ancianos de Tánger también aminoran la marcha y se detienen a charlar en unas amigables escenas que apetece grabar en la retina, porque el decorado que ofrecen no puede ser más hermoso, con las puertas de madera de fondo y sus fachadas azules y blancas.
Pero antes de abandonar la Medina el viajero tiene que saber que en Tánger la Historia se escribe con mayúsculas, incluso la que tiene relación con países que están más allá del Atlántico. Llama la atención que Marruecos fuera la primera nación que reconoció a Estados Unidos como un nuevo país y que incluso firmaran el Tratado de Amistad Marroquí-Americano en 1786. Hay un edificio en la medina que recuerda este hecho, la American Legation, el primer inmueble de propiedad americana que se hizo fuera de Estados Unidos. Hoy es la sede del Instituto de la Legación Americana y aquí se organizan periódicamente exposiciones de arte contemporáneo.
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