Qué ver en Portugal: los cinco imprescindibles

Lisboa brilla con una luz especial que se refleja en cada colina y cada calle adoquinada. La capital combina el alma de barrios como Alfama y Barrio Alto con la majestuosidad de monumentos como la Torre de Belém o el Monasterio de los Jerónimos, símbolos del pasado marinero del país. Los miradouros, siempre animados, regalan vistas inolvidables al atardecer, y el famoso tranvía 28 se convierte en la mejor forma de recorrer la ciudad, pasando frente a fachadas de azulejos que parecen contar historias. Entre cafés con encanto, arte urbano y el sonido melancólico del fado en pequeñas tascas, descubrir Lisboa es una de esas experiencias que hacen entender mejor el estilo de vida y la cultura del país.

Además, la ciudad es un punto de partida perfecto para escapadas cercanas. Muy cerca esperan la magia romántica de Sintra, el ambiente marinero de Cascais o el aire sofisticado de Estoril. Pasear junto al Tajo o acercarse a alguna playa cercana es casi una obligación. Lisboa tiene esa capacidad de atrapar y al mismo tiempo invitar a seguir explorando, con la certeza de que siempre habrá un rincón nuevo por descubrir.

El Algarve despliega su belleza entre cielos despejados, acantilados dorados y playas que parecen sacadas de una postal. Desde las cuevas y formaciones rocosas de Ponta da Piedade hasta extensas franjas de arena bañadas por aguas tranquilas, la región es sinónimo de verano eterno. En medio de este paisaje costero, Faro se presenta como una puerta de entrada llena de encanto. Su casco histórico, protegido por el Arco da Vila, conserva calles empedradas y casas blancas que contrastan con la solemnidad de la Catedral, el Museo Municipal y la sorprendente Capilla de los Huesos.

Frente a la ciudad se extiende la Ría Formosa, un paraíso natural de canales y lagunas donde anidan flamencos y otras aves migratorias. Navegar en barca, practicar kayak o simplemente pasear por este entorno es una experiencia que conecta con la calma del Algarve más auténtico. Porque aquí hay mucho más que sol y playa: hay historia, tradición, mercados vibrantes y atardeceres que se recuerdan durante años. Faro resume como pocos lugares la esencia de lo que hay que ver en Portugal, y es un destino perfecto para seguir explorando cada rincón de esta región luminosa.

En pleno Atlántico, Madeira aparece como un auténtico jardín flotante, un paraíso para quienes buscan naturaleza y aventura. Su capital, Funchal, combina a la perfección tradición y modernidad: pasear por sus mercados, descubrir sus jardines botánicos o dejarse llevar por la vida tranquila de sus plazas es parte del encanto de la isla. Desde allí, un teleférico sube hasta Monte, un barrio lleno de miradores y vegetación exuberante, donde todavía se mantiene la tradición de descender en los célebres carros de mimbre, una experiencia tan pintoresca como divertida.

La gran protagonista de Madeira, sin embargo, es su naturaleza. Los senderos conocidos como levadas recorren antiguos canales de riego que atraviesan bosques de laurisilva, un ecosistema único declarado Patrimonio de la Humanidad, que regala paisajes tan verdes que parecen irreales. Y para los que buscan emociones fuertes, el mirador de Cabo Girão, con su plataforma de cristal suspendida sobre el océano, ofrece una panorámica imposible de olvidar. Aquí, qué ver en Portugal alcanza otra dimensión: Madeira invita a sentir cada paso, respirar su aire oceánico y dejarse envolver por la intensidad de su belleza natural.

El Alentejo es tierra de calma y de horizontes infinitos, un refugio donde el tiempo parece correr más despacio. Desde la costa atlántica, con playas como Comporta que enamoran por su aire bohemio y minimalista, hasta sus pueblos de interior, la región guarda una belleza sencilla y auténtica. Évora, su joya más conocida, es un verdadero museo al aire libre: el Templo de Diana, la majestuosa Catedral y la enigmática Capela dos Ossos hablan de siglos de historia y tradición en cada piedra. Pasear por sus calles estrechas y silenciosas es sentir la huella del pasado en cada rincón.

Pero el Alentejo ofrece mucho más. En Elvas, sus fortificaciones en forma de estrella y su impresionante acueducto sorprenden a cada paso, mientras que localidades como Mértola o Monsaraz, con sus murallas medievales y vistas al campo, parecen detenidas en el tiempo. Aquí, que visitar en Portugal se traduce en saborear un buen pan artesanal, probar la açorda o el cerdo ibérico, recorrer viñedos y olivares, o dormir en casas rurales donde la tranquilidad es parte de la experiencia. El Alentejo invita a practicar un turismo en Portugal pausado, íntimo y lleno de autenticidad, rodeado de paisajes abiertos y cielos inmensos.

Por último, llegamos a Oporto, una ciudad que se vive entre azulejos, vino y la brisa del río. A orillas del Duero, las barcazas navegan lentamente frente a fachadas coloridas que cuentan historias de siglos. Al otro lado del Puente de Luis I, en Vila Nova de Gaia, las bodegas de vino de oporto abren sus puertas para mostrar barricas centenarias y ofrecer catas que impregnan el paseo de aromas a madera y uva envejecida.

El barrio de la Ribeira, con sus casas pintadas en tonos vivos y sus callejuelas estrechas, concentra la esencia de la ciudad: cafés acogedores, tabernas donde suena el fado y plazas que invitan a detenerse a mirar el río. Muy cerca, la Librería Lello, con su imponente escalera de madera y su aire gótico, es un lugar casi mágico que inspira a viajeros y escritores por igual. Oporto no solo ofrece cosas que ver en Portugal; es una ciudad que acoge con calidez y cierta nostalgia, dejando siempre la sensación de que habrá que regresar para volver a saborearla con calma.