Subir a Montmartre es como entrar en un París distinto, detenido en el tiempo. Sus calles empinadas, adoquinadas y plagadas de escaleras cuentan historias de artistas, revolucionarios y soñadores que transformaron este pequeño pueblo en uno de los barrios más célebres del mundo. A finales del siglo XIX, Montmartre se convirtió en epicentro de la vida artística parisina: en sus tabernas y cabarets se gestaron las vanguardias pictóricas y literarias que marcaron una época. Hoy, aunque invadido por turistas, conserva una magia que lo hace único: desde la imponente Basílica del Sagrado Corazón hasta la plaza du Tertre, donde aún se instalan pintores al aire libre, cada rincón invita a detenerse y descubrir una anécdota, una leyenda o un pedazo de historia. Recorrer Montmartre significa perderse entre cafés frecuentados por Picasso o Dalí, teatros de variedades que marcaron época y cementerios donde descansan artistas universales. Un barrio que nunca ha dejado de reinventarse, manteniendo intacta su aura de bohemia.
- Historia del barrio bohemio de París: de viñedos a cuna del arte moderno
- Qué podrás ver en tu visita a Montmartre: un barrio de postales vivas
- Dónde comer en Montmartre: entre bistrós centenarios y mesas con vistas
- Curiosidades y datos sobre el barrio: leyendas entre adoquines
Historia del barrio bohemio de París: de viñedos a cuna del arte moderno
Antes de ser barrio, Montmartre fue un pueblo independiente hasta 1860, cuando fue anexionado a París. Sus orígenes se remontan a la época romana, cuando allí se erigía un templo dedicado a Marte, del que deriva su nombre: “Mons Martis” o “Monte de Marte”. En la Edad Media, Montmartre estaba poblado por molinos y viñedos, algunos de los cuales aún sobreviven, como el célebre Clos Montmartre, testimonio de que este barrio siempre fue un espacio entre lo rural y lo urbano.
Durante el siglo XIX, Montmartre comenzó a atraer a una población distinta: artistas, poetas, escritores y revolucionarios encontraron en este barrio barato y popular el lugar ideal para vivir y crear. La Comuna de París de 1871 tuvo en Montmartre uno de sus focos principales, y pronto sus tabernas se llenaron de tertulias políticas y culturales. La electricidad barata, el vino libre de impuestos y la vida nocturna atrajeron a personajes que hoy forman parte de la leyenda: Picasso pintó en el Bateau-Lavoir, Van Gogh vivió con su hermano Theo en la Rue Lepic, y Toulouse-Lautrec inmortalizó la vida del Moulin Rouge.
Las primeras vanguardias artísticas encontraron aquí su cuna: el cubismo, el fauvismo y el surrealismo se gestaron en talleres improvisados y en cafés donde se mezclaban artistas, intelectuales y prostitutas. Esta efervescencia cultural convirtió a Montmartre en un mito, cuya esencia todavía puede sentirse al recorrer sus calles estrechas y empinadas.
Qué podrás ver en tu visita a Montmartre: un barrio de postales vivas
Montmartre no es solo un lugar para visitar monumentos, sino un espacio donde cada rincón parece narrar una historia. En un mismo paseo, el viajero puede encontrarse con iglesias, cabarets, casas de artistas, murales modernos y panorámicas que resumen la ciudad entera.
Basílica del Sagrado Corazón: la blanca corona sobre París
Erigida tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana, la Basílica del Sacré-Cœur es un símbolo tanto religioso como político. Su construcción comenzó en 1875 y concluyó en 1914, aunque fue consagrada en 1919. De estilo romano-bizantino, su fachada blanca de travertino domina la colina y se ha convertido en uno de los puntos más reconocibles del paisaje parisino.
Subir los más de 300 escalones que llevan hasta ella recompensa con una de las mejores vistas de la ciudad. Desde la explanada del Sacré-Cœur, París se abre en un horizonte salpicado de cúpulas y torres, con la Torre Eiffel y Notre Dame a lo lejos. En el interior, el visitante puede admirar uno de los mosaicos más grandes del mundo, “Cristo en Majestad”, que cubre la bóveda central.

Plaza du Tertre: el taller al aire libre de los pintores
A pocos pasos de la basílica se encuentra la Plaza du Tertre, epicentro del Montmartre artístico. En este pequeño espacio, rodeado de cafés y terrazas, decenas de pintores instalan sus caballetes para retratar turistas o vender paisajes parisinos. Aunque hoy el lugar se ha convertido en una atracción turística, aún conserva el espíritu de aquel barrio que albergó a los grandes maestros de la modernidad.
La plaza, cuyo nombre significa “colina” en francés antiguo, fue lugar de reunión de artistas desde el siglo XIX. Muchos de ellos exponían aquí sus primeras obras antes de hacerse famosos. Hoy, además de los pintores, la plaza es un excelente lugar para detenerse a tomar un café y observar la vida pasar, en un ambiente donde lo artístico sigue estando presente.
Moulin Rouge: luces, lentejuelas y el origen del cancán
En la falda de la colina, en el bulevar de Clichy, se alza el Moulin Rouge, inaugurado en 1889. Su fachada, con el característico molino rojo, es uno de los iconos de París. Fue aquí donde nació el célebre cancán francés, un baile atrevido que escandalizó a la sociedad de la época y que Toulouse-Lautrec inmortalizó en sus carteles y pinturas.
El Moulin Rouge fue lugar de encuentro de artistas, aristócratas y bohemios, un espacio de libertad donde se mezclaban todas las clases sociales. Hoy, convertido en un espectáculo de fama mundial, sigue ofreciendo cada noche sus fastuosas revistas, con plumas, coreografías y música en vivo, manteniendo viva una tradición que ya supera el siglo.
Cementerio de Montmartre: el silencio de los genios
Fundado en 1825, el Cementerio de Montmartre es uno de los rincones más melancólicos y fascinantes del barrio. Entre sus avenidas arboladas descansan figuras tan diversas como el compositor Berlioz, el novelista Alejandro Dumas (hijo), la cantante Dalida —con una escultura que se ha convertido en lugar de peregrinación— o el cineasta François Truffaut. Pasear por sus tumbas es recorrer la memoria cultural de Francia.
Más allá de sus personajes célebres, el cementerio es un espacio de calma, con esculturas funerarias de gran belleza y un ambiente que contrasta con el bullicio de las calles cercanas. Es, en cierto modo, la otra cara de Montmartre: la del recuerdo y la introspección.
Dónde comer en Montmartre: entre bistrós centenarios y mesas con vistas
La gastronomía también forma parte de la experiencia en Montmartre. En la Rue Lepic y la Rue des Abbesses abundan los pequeños bistrós que sirven clásicos franceses como el coq au vin o la soupe à l’oignon. Algunos locales conservan la atmósfera de época, con paredes cubiertas de carteles y mesas de madera donde se sentaban pintores y escritores.

Uno de los restaurantes más célebres es La Maison Rose, pintoresca casa rosa que aparece en innumerables postales y que fue frecuentada por artistas como Picasso. Otro imprescindible es Le Consulat, café centenario que aún conserva su encanto bohemio. Para quienes busquen algo más contemporáneo, en la zona también abundan locales de cocina creativa y bares de vinos donde se sirven etiquetas de pequeños productores franceses.
Curiosidades y datos sobre el barrio: leyendas entre adoquines
Montmartre está lleno de detalles que escapan al visitante apresurado. En sus calles se esconde el último viñedo urbano de París, el Clos Montmartre, que produce cada año unas pocas botellas de vino que se subastan en la Fiesta de la Vendimia. También aquí se encuentra el “Muro de los Te Quiero”, en la Place des Abbesses, donde la frase “te quiero” está escrita en más de 300 idiomas.
El barrio fue escenario de la película “Amélie”, y muchos de sus rincones, como el Café des Deux Moulins, siguen atrayendo a fans de este clásico del cine francés. Además, en la Rue Norvins se conserva un pequeño carillón de música que aún funciona y en la Rue Saint-Vincent está el Cabaret Au Lapin Agile, uno de los más antiguos de París, donde aún hoy se puede escuchar chanson francesa en directo.
