En el centro mismo de Benidorm, donde los rascacielos se alzan junto al bullicio de sombrillas multicolores y avenidas rebosantes, existe un rincón que parece desafiar la lógica de la ciudad. La pequeña Cala de Mal Pas, resguardada entre las kilométricas playas de Levante y Poniente y al abrigo del cerro Canfali, es una rareza tanto geográfica como emocional. Apenas 120 metros de arena dorada y aguas serenas que no buscan deslumbrar, sino ofrecer una tregua. Más que una playa, es un respiro escondido en esta frenética ciudad. Su encanto no reside solo en su tamaño, sino en su carácter. Pegada al casco antiguo y vigilada desde las alturas por el Balcón del Mediterráneo, la cala parece colocada allí con intención, como si alguien hubiese querido conservar un fragmento del pasado en medio del vértigo turístico. Su nombre, Mal Pas, recuerda los días en que este paso entre rocas era escarpado e inhóspito, antes de ser suavizado por la mano del hombre.

  1. Contexto de la playa: un pliegue entre la historia urbana y la naturaleza costera
  2. Características y servicios: lo esencial en su mínima expresión
  3. Actividades: calma activa entre baños, esnórquel y paseos urbanos
  4. Dónde comer y chiringuitos: del tapeo clásico a las terrazas con vistas al Mediterráneo

Contexto de la playa: un pliegue entre la historia urbana y la naturaleza costera

La Cala de Mal Pas no se entiende sin comprender la orografía de Benidorm. Se encuentra en el punto exacto donde el cerro Canfali —el espolón rocoso que parte la costa en dos— desciende hacia el mar, generando una curva natural que resguarda la arena de los vientos predominantes. Este enclave, que hoy puede parecer una casualidad afortunada, fue durante siglos un punto de difícil acceso. Su nombre lo delata: en valenciano, «mal pas» se refería al camino estrecho y escarpado que unía las dos playas mayores antes de que la ciudad se expandiera. Era el tramo más incómodo del paseo costero, pero también el más genuino, donde mar y roca se tocaban sin intermediarios.

Con el paso del tiempo, esta cala se fue ganando su lugar como refugio para quienes huían de las grandes aglomeraciones. La construcción del puerto justo enfrente —utilizado por embarcaciones turísticas y pequeñas barcas pesqueras— le dio un carácter todavía más singular: el de mirador cercano, casi táctil, a la isla de Benidorm, visible en el horizonte como una presencia constante. La cala ha sido, históricamente, punto de fondeo y descanso para navegantes locales, y todavía conserva esa atmósfera de escala íntima. Desde la arena, las vistas alternan entre el perfil urbano, el islote marino y las formas caprichosas del acantilado.

Cala de Mal Pas
Atardecer en la Cala Mal Pas de Benidorm, un destino turístico en la Costa Blanca – España

Características y servicios: lo esencial en su mínima expresión

A pesar de su reducido tamaño, la Cala de Mal Pas está equipada con todos los servicios necesarios para una jornada cómoda. Cuenta con duchas, papeleras, servicio de limpieza diario y vigilancia por parte de socorristas durante la temporada alta. Además, al estar tan próxima al casco antiguo, cualquier necesidad adicional —supermercados, farmacias, cafeterías— se encuentra a escasos minutos a pie. Es accesible desde el Paseo de Colón o desde el propio puerto, lo que facilita la entrada incluso a personas con movilidad reducida.

La arena es fina, de tonalidad dorada, y el acceso al mar se realiza con pendiente suave, ideal para quienes prefieren un baño tranquilo sin oleaje. El agua, al estar protegida por la curvatura de la costa y la cercanía del espigón, suele ser más transparente y cálida que en otras zonas. Además, su proximidad al Balcón del Mediterráneo hace que durante buena parte del día la sombra proyectada por la roca refresque ciertos rincones de la playa, especialmente a primera hora de la mañana y al atardecer.

Un detalle poco conocido: la cala forma parte del área medioambientalmente protegida de la Serra Gelada, y su fondo marino conserva praderas de posidonia y fauna diversa. Aunque no se permite el fondeo libre, es habitual ver pequeños peces cerca de la orilla, lo que añade un valor natural a su disfrute.

Actividades: calma activa entre baños, esnórquel y paseos urbanos

Mal Pas no es una playa para el deporte masivo ni para las actividades motorizadas. Su vocación es otra: la contemplación, la pausa, el baño sereno. Sin embargo, eso no significa que no haya opciones interesantes para quienes buscan algo más que tenderse al sol. El entorno inmediato ofrece una combinación perfecta entre naturaleza y patrimonio.

Una de las experiencias más recomendables es el esnórquel. Aunque parezca insólito hacerlo en el centro de una ciudad, la transparencia del agua y la presencia de pequeños bancos de peces lo hacen posible. Desde el lado más cercano al espigón del puerto, es posible explorar zonas rocosas donde habitan erizos, pequeños pulpos y cardúmenes que bordean las piedras. Para quienes quieran algo más profundo, varios centros de buceo ofrecen salidas desde el puerto hacia la isla de Benidorm o La Llosa, con inmersiones de gran valor ecológico.

Los alrededores de la cala también invitan a paseos breves pero intensos: subir al Balcón del Mediterráneo, explorar las callejuelas empedradas del casco antiguo o incluso cruzar hasta la playa de Levante por el nuevo paseo marítimo que bordea el cerro. Para los fotógrafos, tanto amateurs como profesionales, la cala ofrece luces cambiantes, contrastes naturales y marcos únicos. A primera hora de la mañana, la luz rebota sobre el agua y la roca creando reflejos plateados; al atardecer, el sol se esconde tras los edificios del Poniente, tiñendo la arena de rojo.

Dónde comer y chiringuitos: del tapeo clásico a las terrazas con vistas al Mediterráneo

Uno de los grandes encantos de la Cala de Mal Pas es su cercanía con algunos de los mejores bares y restaurantes del casco antiguo de Benidorm. Aunque la cala no cuenta con chiringuito propio sobre la arena —algo que refuerza su sensación de aislamiento—, basta subir unos metros para encontrar propuestas gastronómicas que satisfacen todos los gustos.

En la cercana calle del Santo Domingo, conocida como la «calle de los Vascos», se concentran tascas y bares de pinchos con espíritu norteño. Aquí se puede pasar del vermut a la cerveza artesanal sin moverse más que unos pasos. Si se busca algo más pausado, varias terrazas del casco antiguo ofrecen menús mediterráneos con vistas al mar. Algunas de ellas permiten observar directamente la cala desde lo alto, convirtiendo una comida en una experiencia panorámica.

En los bajos del Balcón del Mediterráneo, además, se encuentran pequeños cafés donde tomar un helado o un café mientras el mar actúa como único sonido de fondo. Es una zona ideal para parejas, viajeros solitarios o familias que buscan un momento de descanso sin renunciar al entorno urbano. Para quienes busquen pescado fresco o paellas, el puerto alberga también un par de restaurantes más tradicionales, donde aún se puede ver cómo descargan las capturas del día.