Quien crea que Benidorm es solo rascacielos, playas y ocio nocturno, no ha paseado aún entre los pasillos llenos de vida de sus mercadillos. Porque entre el bullicio de los puestos, el ir y venir de turistas y vecinos, y los aromas que flotan entre telas, frutas y cuero, se revela otra cara de la ciudad: la del encuentro humano. Los mercadillos de Benidorm son más que simples espacios de compra: son pequeñas repúblicas del trueque, del regateo amable, del descubrimiento inesperado. Aquí, una sombrilla puede valer una historia, y una charcutería improvisada es capaz de transportar al visitante al corazón de Castilla o de Murcia. Algunos son grandes y bulliciosos, otros discretos y de horario nocturno, pero todos conservan esa atmósfera de feria cotidiana que, en una ciudad tan acelerada, resulta casi un respiro.
- Mercadillo del Hotel Pueblo: la feria que madruga en Rincón de Loix
- Mercadillo de Foietes: el mercado de los benidormenses de siempre
- Rastro de Benidorm: nostalgia entre vinilos y cachivaches
- Mercadillo del Parque de Elche: para pasear junto al mar al atardecer
- Mercadillo Nits del Castell: artesanía y magia bajo las luces del Balcón del Mediterràni
Mercadillo del Hotel Pueblo: la feria que madruga en Rincón de Loix
El Mercadillo del Hotel Pueblo, también conocido simplemente como el Mercadillo del Rincón, es uno de los más emblemáticos y concurridos de Benidorm. Se celebra dos veces por semana, los miércoles y domingos por la mañana, en una amplia explanada junto al Hotel Pueblo, muy cerca de la Avenida del Mediterráneo. Su ubicación, en plena zona hotelera y a escasa distancia de la Playa de Levante, lo convierte en una cita casi obligada para los turistas británicos y holandeses que llenan la ciudad durante todo el año.
Con más de 300 puestos, el mercadillo ofrece una selección variopinta: ropa de verano, bolsos, zapatos, artículos de menaje, juguetes, gafas de sol, bisutería o recuerdos de Benidorm a precios que invitan al capricho. También hay paradas de encurtidos, frutas, dulces o frutos secos. Pero lo que realmente da vida al conjunto es el ambiente: una mezcla de idiomas, de generaciones, de gestos y de acentos que confluyen bajo los toldos como si compartieran un mismo idioma comercial.
Mercadillo de Foietes: el mercado de los benidormenses de siempre
Si el de Rincón de Loix está orientado al visitante, el Mercadillo de Foietes conserva un carácter mucho más local. Se instala cada miércoles por la mañana en el entorno del polideportivo municipal y del parque de Foietes, al otro lado de la vía del tren. El acceso desde el centro es sencillo, aunque hay que caminar unos minutos desde el casco histórico o la zona de Poniente.

Este mercadillo es el favorito de muchos benidormenses. Los puestos se alinean con cierta austeridad, sin tanto colorido como otros, pero con un sentido práctico que lo hace especialmente atractivo para quienes buscan buenos precios en productos cotidianos. Frutas y verduras de la huerta cercana, embutidos traídos directamente de las sierras, panes artesanos, ropa para el día a día, plantas y utensilios para el hogar. Aquí, más que regateo hay charla, y los vendedores conocen a muchos de sus clientes por el nombre. El mercado de Foietes no busca brillar, pero se ha ganado su lugar por el valor de la costumbre.
Rastro de Benidorm: nostalgia entre vinilos y cachivaches
Muy diferente a los anteriores es el Rastro de Benidorm, que se celebra también los domingos pero en las afueras de la ciudad, en la zona de El Cisne. Su atmósfera recuerda más a un mercadillo rural que a un evento urbano: se instala entre casas bajas y caminos de tierra, junto a una antigua alquería reconvertida en mercadillo permanente. Aquí no hay productos nuevos, ni souvenirs brillantes: lo que se vende es pasado, memoria, objetos que alguna vez fueron esenciales en otras casas y que ahora esperan una segunda vida.
El Rastro es el lugar para los buscadores de tesoros. Hay vinilos de jazz y rock clásico, cámaras de fotos analógicas, muebles restaurados, herramientas, ropa vintage, libros en varios idiomas, juguetes de los años 80 y 90, monedas antiguas y hasta cuadros o esculturas. El ambiente es más relajado, con fondo de música en directo los fines de semana y una terraza donde tomar cerveza o café bajo los árboles. Es uno de los mercadillos más singulares de la Marina Baixa, y su clientela lo sabe: muchos vienen desde Altea, La Nucía o Villajoyosa buscando algo que no encontrarán en un centro comercial.
Mercadillo del Parque de Elche: para pasear junto al mar al atardecer
En el extremo sur de la Playa de Poniente, junto al Parque de Elche y el puerto, aparece en verano un pequeño mercadillo vespertino que ofrece una experiencia muy distinta. Aquí no hay decenas de puestos ni bullicio matinal: se trata de una feria discreta, que se activa al caer el sol, pensada para los paseantes que recorren el paseo marítimo en busca de algo con lo que cerrar el día.
Los puestos están orientados principalmente al paseo familiar: artesanía, bisutería, bolsos hechos a mano, objetos de decoración y juguetes. Pero su verdadero atractivo está en el contexto. A pocos metros del mar, entre palmeras y bancos con vistas al horizonte, este pequeño mercadillo funciona como telón de fondo para las conversaciones de turistas que vienen de cenar o de vecinos que salen a tomar el fresco. No todos los visitantes llegan hasta esta parte de la ciudad, pero quienes lo hacen se encuentran con un rincón más tranquilo y, a menudo, más auténtico.
Mercadillo Nits del Castell: artesanía y magia bajo las luces del Balcón del Mediterràni
Uno de los espacios más encantadores de Benidorm se transforma en verano gracias a un mercadillo nocturno que aúna artesanía, ambiente y vistas privilegiadas. El Mercadillo Nits del Castell se instala en la plaza que rodea al Balcón del Mediterràni, entre las calles empedradas del casco antiguo y los acantilados que separan las dos grandes playas. Solo funciona en los meses más cálidos, y lo hace por las noches, con una iluminación cálida y música suave como compañía.
Los puestos, muchos de ellos gestionados por artesanos locales, ofrecen jabones naturales, ilustraciones, joyería hecha a mano, objetos de cuero, cerámica y arte reciclado. Es el lugar perfecto para encontrar un recuerdo diferente de Benidorm, alejado del típico imán para la nevera. Además, al estar ubicado en uno de los puntos panorámicos más bellos de la ciudad, el paseo por el mercadillo se convierte también en una experiencia estética: el mar iluminado por las farolas, las fachadas blancas, los músicos callejeros. Todo contribuye a esa sensación de estar en un lugar especial, donde incluso el comercio se vuelve contemplativo.
