París se entiende caminando: del eje histórico que va del Louvre a la plaza de la Concordia hasta la colina de Montmartre, de los muelles del Sena a los pasajes cubiertos del siglo XIX. Este recorrido reúne los lugares imprescindibles de la imponente e inabarcable Ciudad de la Luz con datos concretos —fechas, cifras, ubicaciones, detalles arquitectónicos— para que puedas organizar una visita con ojos siempre curiosos y una agenda eficiente. Acompáñanos.
- Torre Eiffel
- Museo el Louvre
- Museo de Orsay
- Notre Dame
- Sainte Chapelle
- Montmartre
- Barrio Latino
- Arco del Triunfo
- Paseo por el Río Sena
- Place Vendôme
- Los Campos Elíseos
- Jardines de las Tullerías
- Ayuntamiento de París
- Catacumbas de París
- Jardines de Luxemburgo
- Palacio Nacional de los Inválidos
- Ópera Garnier
- Moulin Rouge
- Sagrado Corazón
- La Conciergerie
- Panteón de París
- Galerías en París
- Otros museos que puedes visitar
- Visitas cercanas: Versalles y Disneyland, a menos de una hora de París
Torre Eiffel: el “monstruo de hierro” que cambió el horizonte de París
Inaugurada en 1889 para la Exposición Universal y concebida por la empresa de Gustave Eiffel, la torre Eiffel fue recibida con escepticismo: intelectuales como Maupassant o Huysmans la tacharon de monstruosidad metálica. Sin embargo, sus 18.038 piezas de hierro remachadas marcaron un hito en la arquitectura del hierro y en la ingeniería moderna. Con 300 metros de altura hasta la última plataforma (330 con antena) y unas 7.300 toneladas de peso, se convirtió en la construcción más alta del mundo hasta 1930 y en el símbolo por excelencia de París, pintado cada siete años con un degradado en tres tonos de “bronze Tour Eiffel”.
El primer piso sorprende con suelo de vidrio suspendido; el segundo ofrece la panorámica más equilibrada de los monumentos; y la cima, accesible en ascensor, muestra París como una rosa de los vientos. Cada hora, desde el anochecer, 20.000 destellos la hacen parpadear durante cinco minutos. La estación de metro más próxima es Bir-Hakeim y la del RER C, Champ de Mars–Tour Eiffel. Para la postal clásica, el mirador del Trocadéro al otro lado del Sena; para un descanso con vistas, los Campos de Marte a sus pies.

Museo el Louvre: la fortaleza medieval que se convirtió en el mayor museo de arte del mundo
Nacido como fortaleza en el siglo XII, palacio real hasta el XVII y museo desde 1793, el Louvre despliega cerca de 35.000 obras en unos 72.000 m² de exposición. Sus obras estrella —Mona Lisa, Venus de Milo, Código de Hammurabi— conviven con tesoros menos mediáticos en las alas Denon, Sully y Richelieu. La pirámide de vidrio de I. M. Pei, añadida en 1989, organiza los flujos de visitantes y se ha convertido en todo un símbolo contemporáneo.
Si buscas recorridos eficientes, reserva tiempo para la escultura clásica en el Patio de Miguel Ángel, los apartamentos de Napoleón III y las escuelas flamenca e italiana. Como acceso alternativo en días de lluvia, la entrada subterránea del Carrousel suele ser más fluida que la de la plaza.
Museo de Orsay: la estación de tren de los impresionistas y la Belle Époque
Inaugurado en 1900 como estación ferroviaria para recibir a los visitantes de la Exposición Universal, el edificio de hierro y vidrio diseñado por Victor Laloux parecía condenado a la demolición tras quedar obsoleto en los años 30. Reconvertido en museo en 1986, el Orsay alberga hoy la mayor colección de arte impresionista y postimpresionista del mundo, con obras maestras de Monet, Renoir, Degas, Cézanne, Van Gogh o Gauguin. El inmenso reloj que domina el Sena y la nave central iluminada por una cubierta de vidrio conservan la memoria de su pasado ferroviario, transformado en un templo de la modernidad artística.

Más allá de la pintura, el museo permite entender la vida cultural de Europa entre 1848 y 1914 a través de artes decorativas, escultura, arquitectura y fotografía. Pasear entre maquetas de la Ópera Garnier, muebles Art Nouveau o retratos de Nadar da una visión global de la Belle Époque. Al final de la visita, la terraza de la cafetería del quinto piso regala una panorámica única sobre el Louvre y los Jardines de las Tullerías.
Notre Dame: la catedral que enseñó a mirar hacia arriba
Comenzada en 1163 y concluida en el siglo XIV, Notre Dame fijó el canon gótico con arbotantes, vitrales y gárgolas. Fue escenario de la coronación de Napoleón en 1804, y conserva una dimensión cívica y espiritual única para los franceses. Tras el incendio de 2019, la catedral reabrió al culto y a las visitas en diciembre de 2024 con la aguja reconstruida, recuperando su papel central en la Île de la Cité.
El perímetro peatonal que la rodea permite contemplar los arbotantes desde ángulos poco habituales. La cercana plaza Jean XXIII, en la cabecera, es el lugar perfecto para apreciar los vitrales del transepto a contraluz.

Sainte Chapelle: vitrales que convierten la luz en arquitectura
Encargada por Luis IX y consagrada en 1248 para custodiar reliquias de la Pasión, la Sainte Chapelle es un prodigio del gótico radiante. Sus 15 vidrieras de 15 metros ilustran más de mil escenas bíblicas en un coro de azules y rojos que, con el sol de la mañana, bañan las paredes como si fueran luz material.
La capilla alta es la estrella, pero la baja, con bóvedas estrelladas azules y doradas, tiene un encanto íntimo. La experiencia se eleva si eliges horas de luz oblicua (primeras de la mañana o últimas de la tarde) cuando el color se vuelve más intenso.

Montmartre: la colina de los artistas y la bohemia eterna
En el extremo norte de París, Montmartre concentra reliquias de la bohemia: el Bateau-Lavoir donde Picasso dio un giro al arte con “Las señoritas de Avignon”, el cabaret Lapin Agile, la viña del Clos Montmartre —donde se sigue haciendo la vendimia cada octubre— y la plaza du Tertre con sus retratistas callejeros. Subir en funicular (con el mismo billete del metro) o por las escaleras de la rue Foyatier te hará retroceder a aquellos tiempos dorados de la bohemia artística.
Más allá de la postal, acércate al Mur des “Je t’aime” en la plaza des Abbesses y recorre calles menos transitadas como la rue de l’Abreuvoir o la Allée des Brouillards. Desde el mirador de la basílica del Sacré-Cœur, París se extiende inmenso hasta La Défense.

Barrio Latino: libros, cafés y vida estudiantil junto al Sena
El Barrio Latino debe su nombre al latín, la lengua de la Sorbona medieval que atrajo a estudiantes de toda Europa desde el siglo XIII. Entre sus calles aún se respira esa vocación académica y cosmopolita: librerías de fondo infinito, como la mítica Shakespeare and Company, conviven con bistrós de manteles a cuadros y con el bullicio del mercado de la rue Mouffetard, uno de los más antiguos de la ciudad. Bajo sus fachadas, el pasado se revela en las Arènes de Lutèce, un anfiteatro romano del siglo I que sorprende escondido entre los edificios modernos.
En la colina de Sainte-Geneviève, el Panteón subraya el peso intelectual y cívico del barrio, recordando que aquí se cruzan filosofía, ciencia y revolución. Las terrazas de la place de la Contrescarpe invitan a detenerse entre estudiantes y vecinos, mientras que un paseo al atardecer por el Quai de la Tournelle abre una de las vistas más evocadoras del Sena. El Barrio Latino siempre ha sido el pulso cultural de París, donde siglos de historia conviven con la energía juvenil de cada generación.
Arco del Triunfo: el símbolo de la patria francesa en los Campos Elíseos
Ordenado por Napoleón en 1806, el Arco del Triunfo (50 metros de alto, 45 de ancho) honra a los ejércitos franceses. En su base, la Tumba del Soldado Desconocido mantiene la llama eterna reavivada cada tarde, un ritual que añade solemnidad al tráfico circular de la plaza Charles de Gaulle.
En los pilares, relieves como “La Marsellesa” de Rude inmortalizan episodios bélicos de la historia de Francia. La terraza del arco regala una vista radial única de las doce avenidas que parten de la plaza y del eje histórico hacia La Défense.

Paseo por el Río Sena: puentes, islas y reflejos nocturnos
Los muelles del Sena, Patrimonio Mundial, son un museo al aire libre. El Pont Neuf (1607) es, paradójicamente, el más antiguo; el Pont Alexandre III, con sus ninfas y candelabros dorados, el más ornamental. Los bouquinistes, con sus cajas verdes, venden libros, grabados y postales junto a la ribera del río, entre el Institut de France y Notre Dame.
Un crucero nocturno muestra la mejor cara iluminada de París, pero recorrer las islas a pie —Île de la Cité e Île Saint-Louis— permite descubrir sus patios, iglesias y heladerías artesanales sin prisas.

Place Vendôme: la geometría del lujo parisino
Diseñada a finales del siglo XVII por Mansart, Place Vendôme es un octógono perfecto que hoy reúne alta joyería y hoteles legendarios. La columna de la plaza, fundida inicialmente con bronce de cañones capturados en la batalla de Austerlitz, se derribó durante la Comuna de París en 1871 y fue reconstruida tras la Tercera República.
Los portales numerados esconden patios elegantes y placas que recuerdan residentes ilustres como el escritor Honoré de Balzac, el escultor François Boucher o la actriz Sarah Bernhardt. La sobriedad de las fachadas subraya el brillo de los escaparates de lujo.

Los Campos Elíseos: la gran avenida que refleja el pulso vital de París
Con 1,9 kilómetros de largo y 70 metros de ancho, los Campos Elíseos unen la plaza de la Concordia con el Arco del Triunfo, formando un eje urbano que refleja siglos de historia parisina. A lo largo de la avenida se suceden cines centenarios como el Gaumont Champs-Élysées, teatros históricos, cafés emblemáticos como Fouquet’s y boutiques internacionales de renombre como Louis Vuitton, Cartier o Sephora, que conviven con pastelerías y tiendas gourmet que mantienen el encanto local. La avenida sigue siendo escenario del desfile del 14 de julio y de la llegada del Tour de Francia.
Al caer la tarde, la perspectiva hacia el Arco del Triunfo se vuelve magnética, mientras que, a unas manzanas, la iglesia de Saint-Philippe-du-Roule ofrece un remanso de calma neoclásica, invitando a un breve descanso en medio del pulso vibrante de la ciudad.

Jardines de las Tullerías: un respiro verde entre el Louvre y la plaza de la Concordia
Diseñados por André Le Nôtre, padre del jardín francés, los Tullerías organizan avenidas, setos y estanques con un orden casi coreográfico que guía la mirada del visitante. Las sillas metálicas invitan a detenerse, ya sea para leer junto al agua o para observar a los niños que navegan barquitos de vela en el gran estanque central. A lo largo de los paseos, esculturas de Maillol, Rodin o Giacometti establecen un diálogo constante con el paisaje, convirtiendo cada esquina en una pequeña galería al aire libre.
En el extremo oeste, la Orangerie protege los famosos Nenúfares de Monet, donde la luz cambia el color de las superficies y transforma la pintura en un reflejo del jardín exterior. Durante el verano, la ribera se anima con una feria temporal que despliega norias, carruseles y puestos de juegos, creando un contraste vibrante entre la geometría clásica del jardín y la vitalidad estival de los visitantes.

Ayuntamiento de París: la casa comunal desde el siglo XIV en la histórica ‘place de Grève’
El Hôtel de Ville ha sido sede municipal desde 1357, aunque el edificio actual —de estilo neorrenacentista— se alzó tras el devastador incendio de 1871. Su fachada, repleta de estatuas de personajes ilustres como Napoleón Bonaparte y Victor Hugo, se abre a una plaza que ha acogido desde exposiciones gratuitas hasta conciertos y manifestaciones históricas, escenario histórico del pulso político y social de París.
Más allá de su función administrativa, el Hôtel de Ville actúa como portal hacia Le Marais: pasear por la rue de Rivoli permite pasar de la monumentalidad de la sede municipal a las estrechas calles medievales, boutiques de diseño y cafés históricos que caracterizan este emblemático barrio.

Catacumbas de París: la cara B de la ciudad bajo el asfalto
A unos 20 metros bajo la superficie, las antiguas canteras de caliza se transformaron en un silencioso cementerio: más de seis millones de parisinos fueron trasladados aquí desde cementerios colapsados a partir de 1785. La red completa de catacumbas se extiende por unos 300 kilómetros, aunque el recorrido abierto al público abarca aproximadamente 1,5 kilómetros, con 131 escalones de bajada y 112 de subida, y mantiene una temperatura constante de 14 °C. Debido a su carácter íntimo, no se permite el acceso con equipaje voluminoso.
El visitante se encuentra con galerías en las que cráneos y fémures se disponen con un orden casi escultórico, creando un efecto visual sobrecogedor que mezcla respeto y fascinación. Las inscripciones morales del siglo XIX, grabadas en las paredes, invitan a la reflexión sobre el tiempo, la fugacidad de la vida y la ciudad que crece impasible sobre este laberinto de memorias.

Jardines de Luxemburgo: estanques y esculturas históricas en el corazón del distrito 6
Creado en 1612 por María de Médici, viuda de Enrique IV, para acompañar el Palacio de Luxemburgo, este jardín de 23 hectáreas combina la precisión de los parterres formales al estilo francés con praderas y avenidas arboladas que ofrecen sombra y tranquilidad. La fuente de Medici, inspirada en el Renacimiento italiano, y el gran estanque circular funcionan como epicentros de la vida del parque: los niños navegan sus veleros de madera, los parisinos descansan en sus icónicas sillas verdes…
El conjunto artístico es tan notable como su vegetación: más de cien esculturas salpican los jardines, desde reinas de Francia hasta escritores y artistas, dialogando con los setos y avenidas. Un pequeño colmenar y una escuela de apicultura, activos desde el siglo XIX, recuerdan la tradición educativa y científica del parque. Los Jardines de Luxemburgo no solo son un oasis urbano, sino también un reflejo del poder y el gusto aristocrático del París del siglo XVII, conservando hoy su relevancia cultural y social en el corazón del Barrio Latino.

Palacio Nacional de los Inválidos: la cúpula dorada que custodia la memoria de Napoleón
Fundado en 1670 por Luis XIV para acoger a veteranos heridos de guerra, el Palacio Nacional de los Inválidos se convirtió en un símbolo del poder y la organización militar francesa. Su cúpula de 107 metros, revestida en oro, alberga la tumba de Napoleón Bonaparte, un sarcófago de cuarcita rojiza sobre basas de granito verde que impresiona por su sobria monumentalidad.

El complejo integra patios amplios, iglesias barrocas y museos que narran siglos de historia militar europea. El Museo del Ejército ofrece un recorrido detallado por armaduras, uniformes, maquetas y documentos históricos que contextualizan la evolución de las fuerzas francesas. Desde los patios, la vista hacia el puente de Alejandro III y el Grand Palais permite apreciar cómo la arquitectura urbana clásica dialoga con los monumentos del París histórico.
Ópera Garnier: su famosa escalinata, la cúpula de Chagall y la leyenda del fantasma de la ópera
Inaugurada en 1875, la Ópera Garnier es un manifiesto del esplendor del París decimonónico. Su escalinata ceremonial, el foyer de espejos y los asientos de terciopelo rojo anticipan la teatralidad que espera en el escenario. La cúpula, pintada por el artista Marc Chagall en 1964, integra escenas de ópera y ballet, uniendo la tradición arquitectónica con la audacia artística moderna.

Más allá de su valor estético, el edificio es un mito literario por el “fantasma de la ópera”. Bajo el escenario, un ingenioso lago técnico permite la gestión de efectos escénicos, una solución hidráulica que se convirtió en leyenda.
Moulin Rouge: las míticas luces rojas del can-can que sedujo a París
Desde 1889, el Moulin Rouge, en el bulevar de Clichy, ha sido el epicentro del cabaret parisino. El pintor Toulouse-Lautrec inmortalizó sus noches de bohemia, y hoy las funciones combinan coreografías clásicas con tecnología escénica contemporánea. Las sesiones con cena permiten disfrutar de un ambiente más exclusivo, mientras que la segunda función nocturna suele ser más económica para quienes buscan la experiencia pura del espectáculo.
La fachada del molino rojo es un icono fotográfico que contrasta con el barrio de Pigalle, donde teatros, bares de cócteles y tiendas de música conviven con la animada vida nocturna. De día, el entorno revela su historia y geografía; de noche, los neones intensifican la atmósfera mágica y sensual que convirtió al cabaret en leyenda.
Sagrado Corazón: la basílica blanca que domina Montmartre
El Sacré-Cœur, terminado en 1914 en travertino blanco, es mucho más que un monumento religioso: es un mirador que ofrece una vista casi panorámica de París. Su ábside alberga un mosaico de Cristo de 475 m² que impacta por su escala y riqueza de color. Subir a la cúpula requiere ascender más de 300 peldaños, pero la recompensa visual justifica el esfuerzo.
La explanada frente a la basílica es uno de los miradores más populares de la ciudad, mientras que espacios cercanos como la plaza Louise Michel ofrecen tranquilidad y vistas alternativas. Rodear la basílica por la rue du Chevalier-de-la-Barre permite descubrir rincones menos transitados y observar la arquitectura de Montmartre desde distintos ángulos.

La Conciergerie: prisión real y memoria de la Revolución
Antiguo palacio de los Capetos reconvertido en prisión, la Conciergerie custodia salas góticas como la Salle des Gens d’Armes. Aquí estuvo encarcelada María Antonieta antes de su ejecución, memoria que se evoca en una capilla conmemorativa.
El edificio forma parte del conjunto de la Île de la Cité junto al Palacio de Justicia y la Sainte Chapelle. Visitarlo completa el tríptico de poder, fe y ley de la isla primigenia de París.
Panteón de París: el mausoleo de la nación en la colina de Sainte-Geneviève
Nacido como iglesia dedicada a Santa Genoveva y secularizado tras la Revolución, el Panteón reúne en su cripta a figuras como Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Émile Zola, Marie Curie o Alexandre Dumas. La cúpula domina el barrio y, en temporada, se abre el acceso exterior a la columnata para vistas privilegiadas del centro.
En su nave se recuerda el experimento del péndulo de Foucault, que demostró la rotación terrestre. La inscripción de la fachada —“A los grandes hombres, la patria agradecida”— resume su vocación cívica.

Galerías en París: de los pasajes cubiertos a los grandes almacenes decimonónicos
Los pasajes cubiertos de París —Panoramas, Jouffroy, Verdeau, Vivienne— combinan luz filtrada, mosaicos y tiendas de antigüedades, libros y productos gourmet, ofreciendo un paseo por el París del siglo XIX. Conectan calles y épocas, perfectos para refugiarse en días de lluvia. En la margen derecha, Galeries Lafayette y Printemps sorprenden con cúpulas Art Nouveau y terrazas con vistas, mientras que en la izquierda, Le Bon Marché representa el refinamiento discreto del Rive Gauche. La Samaritaine, reabierta frente al Pont Neuf, fusiona Art Nouveau y Art Déco en un escenario único de compras.
Recorrer estas galerías es más que ir de tienda en tienda: es sumergirse en la historia de la ciudad y descubrir cómo la arquitectura comercial moldeó el París moderno.
Otros museos que puedes visitar: del Rodin al Pompidou
El Museo Rodin ocupa el Hôtel Biron, rodeado de jardines donde “El Pensador” dialoga con los cipreses. El Centro Pompidou, con tuberías de colores y escaleras exteriores, guarda una de las mejores colecciones de arte moderno. El Quai Branly – Jacques Chirac explora artes y culturas extraeuropeas en un edificio-jardín de Jean Nouvel.
Suma la Orangerie de los Nenúfares, el Petit Palais con su colección gratuita, el Museo Picasso en el Marais y el Carnavalet, que recorre la historia de París. La lista puede ser casi infinita, pero estos museos imprescindibles ya te mantendrán entretenido durante mucho tiempo, en caso de que lo tengas.
Visitas cercanas: Versalles y Disneyland, a menos de una hora de París
A unos 17 km, Versalles explica el absolutismo de Luis XIV mejor que cualquier libro. La Galería de los Espejos, los Aposentos del Rey y los jardines de Le Nôtre forman un conjunto donde arquitectura y paisaje se coreografían. El RER C te deja en Versailles Château–Rive Gauche; calcula unos 45–60 minutos desde el centro.
En Marne-la-Vallée, te espera el mundialmente famoso Disneyland París, que combina dos parques: Disneyland Park —el del castillo— y Walt Disney Studios. El RER A llega a Marne-la-Vallée–Chessy en 40 minutos; conviene madrugar para rentabilizar el día y alternar atracciones con espectáculos para descansar.
