Bajar al Laberinto del Castillo de Buda es como descender a siglos de inframundo en la historia de Budapest, la capital húngara, en unas cuevas que fueron utilizadas tanto para escapar de situaciones peligrosas como para encerrar a presos en pésimas condiciones. De hecho, cuentan que en este mismo lugar estuvo encerrado Vlad III el Empalador, un príncipe torturado que inspiró al mismísimo Bram Stoker para escribir su novela del Conde Drácula.
- Qué es el laberinto del Castillo de Buda: su increíble historia
- Qué podrás ver durante tu recorrido en función de la hora
- Las curiosidades de este mágico lugar
- Toda la información de interés que necesitas
Qué es el laberinto del Castillo de Buda: su increíble historia
El Laberinto del Castillo de Buda ha existido antes incluso de la construcción de la fortaleza que le da nombre. De hecho, su interior, formado por las filtraciones de las aguas termales que recorren la ciudad en la roca calcárea de la colina, sirvió de refugio para los hombres prehistóricos que habitaban el lugar hace medio millón de años como demuestran sus pinturas prehistóricas.
Durante la Edad Media se fueron abriendo más cuevas y túneles, hasta llegar a los cuatro kilómetros que existen en la actualidad de los que sólo se puede visitar un poco más de un kilómetro. En estos siglos, este espacio subterráneo se utilizó como mazmorras de tortura y hasta como caja de caudales por la segurida que ofrecía.
Algunos de sus túneles también fueron ocupados durante décadas para ubicar bodegas por sus características climáticas y en la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en búnkeres, en un hospital y hasta acogió una instalación secreta en el siglo XX.
El laberinto no se abrió al público hasta el año 1980, cuando se llenó parte de su espacio con esculturas y exposiciones culturales y se acomodó parte del itinerario para el paso de los turistas.
Qué podrás ver durante tu recorrido en función de la hora
En algo más de un kilómetro de recorrido de estos túneles se pueden disfrutar de muchas apuestas culturales como son algunas exposiciones y de unas esculturas gigantes que rememoran algunos de los usos históricos de este laberinto.
En una de las salas se pueden ver unas gruesas cadenas que hablan de su pasado como cárcel y mazmorra, o un caballo saliendo de una columna con su jinete tumbado y hasta una cabeza gigante que emerge del suelo en recuerdo de un posible naufragio.
Algunos de los pasadizos tienen figuras de cera que recuerdan a personajes históricos de la ciudad como soldados de época, protagonistas de la ópera y miembros de la burguesía que aparecen entre luces artificiales porque estos pasadizos no tienen salida al exterior.
Hasta hay una sección dedicada al famoso Conde Drácula que resulta bastante espeluznante como algunas partes del laberinto, por lo que no es el mejor lugar para ir con niños pequeños y más si son miedosos.
Otra de las partes que no podemos perdernos es el Laberinto Prehistórico, en el que se conservan algunas pinturas rupestres con figuras simbólicas de los primeros habitantes de estas cuevas.
Las curiosidades de este mágico lugar
Uno de los momentos más mágicos para visitar el Laberinto del Castillo de Buda es a partir de las seis de la tarde cuando apagan las luces de los túneles y entregan a los visitantes una lámpara de aceite para recorrer todas sus estancias. El itinerario es completamente diferente entre sombras y luces.
Además de la leyenda del príncipe Vlad III el Empalador, que fue encerrado en este lugar por traición y dio origen al libro del Conde Drácula, estos túneles están llenos de historias entre la verdad y la mentira que cuentan los lugareños como rutas subterráneas que unen Buda con otras partes de la ciudad e incluso caminos que llegan hasta otras localidades.
Otra curiosidad que no hay que perderse es la famosa fuente de vino del laberinto. En un momento dado empieza a oler a uva fermentada y de la extraña boca de una escultura brota vino que, si te atreves, puedes probar sin problema.
Toda la información de interés que necesitas
La entrada a estas cuevas que se sitúan a 16 metros de profundidad del famoso Castillo de Buda cuesta algo menos de siete euros, para los adultos, y un euro y medio para los menores de 12 años.
Con ese ticket no sólo se pueden atravesar las cuevas y túneles habituales sino que da derecho a que se recorra o bien el laberinto personal, donde sólo se permite un visitante cada vez, o el del amor, en el que se entra por parejas para garantizar cierta intimidad en un ambiente tétrico.
Eso sí, hay que reservar cualquier de las opciones en la recepción antes de iniciar la visita al Laberinto del Castillo de Buda.
Otra forma de disfrutar de este espacio único es con una visita guiada, algunas en manos de asociaciones culturales, que sacan un mayor partido de la misteriosa ruta por estas cuevas y túneles.
Hay que tener en cuenta que la temperatura dentro del laberinto es mucho más fresca que fuera, para que llevemos algo de abrigo en función de la época del año.
