No todos los paraísos están hechos para quedarse. Algunos existen solo para ser descubiertos, contemplados en silencio y luego dejados atrás, como quien abandona un sueño sabiendo que no puede habitarlo. Así es la Ilha Deserta, también conocida como Ilha Barreta: una franja de arena blanca, dunas, sal y viento en medio de la Ría Formosa, frente a la ciudad de Faro. No hay calles, ni casas, ni coches. Solo una pasarela de madera que recorre el alma de la isla y te lleva hasta donde termina el continente y comienza lo invisible. La Ilha Deserta no se visita como quien va a un destino: se visita como quien regresa a una idea olvidada de lo esencial.
- Contexto natural: un islote deshabitado que resiste al avance del turismo
- Cómo llegar a Ilha Deserta desde Faro: un rápido trayecto en barco hacia un paisaje onírico
- Qué podrás hacer en tu visita: un paseo de dos kilómetros por una pasarela que atraviesa un paisaje único
- Las playas de Ilha Deserta: una experiencia salvaje e íntima con el Atlántico
- Hay lugares para comer en la zona de Ilha Deserta: un restaurante que se funde con el entorno
- Consejos e información de interés para disfrutar de un espacio virgen sin alterarlo
Contexto natural: un islote deshabitado que resiste al avance del turismo
La Ilha Deserta forma parte del Parque Natural da Ria Formosa, una vasta red de canales, marismas, bancos de arena e islotes que se extienden a lo largo de unos 60 km de la costa del Algarve, entre las playas de Garrão (Loulé) y Manta Rota (Vila Real de Santo António). Esta laguna litoral fue declarada parque natural en 1987 y es considerada una de las zonas húmedas más importantes de Europa, tanto por su biodiversidad como por su papel en la protección del litoral.
A diferencia de otras islas de la ría, como Culatra o Armona, en Barreta nunca se establecieron aldeas pesqueras ni núcleos urbanos. Su historia no está marcada por conquistas ni por nombres ilustres, sino por una presencia discreta, casi vegetal, de la naturaleza misma: aves que llegan del norte de Europa, peces que se reproducen en sus aguas calmas, dunas que se desplazan poco a poco como si respiraran. La isla tiene unos 7 km de largo y una anchura que no supera los 600 metros, según las mareas. Está orientada de este a oeste, funcionando como una barrera natural entre el océano Atlántico y las aguas interiores de la ría.
Desde hace siglos, la isla ha sido un lugar de paso y de contemplación. Pescadores de Faro acudían a sus playas para recoger mariscos o esperar la marea. En documentos de los siglos XVIII y XIX aparece citada como «Barreta», y se menciona su valor como punto de recogida de moluscos y paso de aves migratorias. Los mapas antiguos apenas la mencionan, y cuando lo hacen, aparece como una barra de arena cambiante, movida por los caprichos del Atlántico. No fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando comenzaron a organizarse excursiones esporádicas desde Faro, aunque la isla nunca perdió su condición de tierra solitaria. Hoy sigue siendo el único islote completamente deshabitado del sistema lagunar, lo que la convierte en un símbolo de resistencia natural ante el avance del turismo.
Cómo llegar a Ilha Deserta desde Faro: un rápido trayecto en barco hacia un paisaje onírico
Llegar a la Ilha Deserta es ya parte de la experiencia. Los barcos parten desde el muelle de Porta Nova, en Faro, y se deslizan durante unos 30 minutos por los canales de la Ría Formosa, entre marismas, pequeñas embarcaciones de pesca y bancos de arena poblados por aves zancudas. El agua va cambiando de color —verde, turquesa, plata— según el cielo y el movimiento de las mareas.
La empresa Animaris es la concesionaria oficial para el transporte regular de pasajeros a la isla. Ofrece trayectos en catamarán y también traslados en lancha rápida, que reducen el viaje a unos 15 minutos. Algunas embarcaciones cuentan con guías que explican los valores ecológicos de la ría durante el trayecto. También es posible contratar un taxi acuático privado o sumarse a excursiones en kayak o barco solar con paradas en varias islas.
La primera visión de la isla es casi onírica: una línea blanca que se alza en el horizonte, sin edificios, sin ruidos, solo el perfil bajo de las dunas y el ritmo del mar. Al desembarcar en el pequeño embarcadero, uno entiende que ha llegado a un territorio diferente. La única construcción visible es el restaurante Estaminé, alimentado por energía solar y con políticas sostenibles. Desde allí parte la pasarela de madera que recorre la isla de este a oeste, permitiendo explorarla sin alterar su delicado equilibrio ecológico.
Qué podrás hacer en tu visita: un paseo de dos kilómetros por una pasarela que atraviesa un paisaje único
La pasarela que atraviesa la Ilha Deserta es más que un camino: es una lección de humildad. A lo largo de sus dos kilómetros, el visitante se interna en un paisaje de dunas móviles, vegetación adaptada al viento salino y nidos de aves costeras. Carteles discretos explican las especies autóctonas: la salicornia, que tiñe de rojo los suelos salados; el cardo marítimo, que florece en medio de la arena; las aves migratorias que descansan aquí antes de continuar su viaje hacia África.
Hay varias rutas señalizadas que permiten explorar la isla a pie. Una de ellas conduce directamente al Cabo de Santa María, donde se encuentra el punto más meridional de Portugal continental. Otra bordea la orilla de la ría, donde es frecuente avistar garzas reales, cormoranes y flamencos. Durante la primavera y el otoño, la observación de aves alcanza su punto álgido. También se organizan salidas guiadas para identificar especies endémicas y migratorias.
A un lado, la Ría Formosa respira con la marea; al otro, el Atlántico se muestra vasto y continuo, rompiendo contra la playa con una cadencia hipnótica. El paseo culmina en la Punta del Cabo de Santa María. Allí, frente al mar abierto, no queda más que el horizonte. Es un lugar para estar, simplemente estar: sin palabras, sin planes, sin más compañía que el viento.
Las playas de Ilha Deserta: una experiencia salvaje e íntima con el Atlántico
Aunque toda la isla es una sucesión de playas, el lado que da al océano Atlántico ofrece una experiencia distinta: abierta, indómita, de belleza salvaje. La arena, finísima y clara, se extiende sin interrupciones durante varios kilómetros. No hay tumbonas ni sombrillas, solo el sonido de las olas y la posibilidad de caminar sin ver a nadie en decenas de metros a la redonda.
La playa principal se encuentra a pocos metros del embarcadero, accesible por la pasarela. Otras zonas, como la Praia do Cabo de Santa Maria, ofrecen mayor aislamiento, especialmente fuera de la temporada alta. El agua es clara, especialmente en días de marea baja, cuando las corrientes limpian la orilla. El baño puede ser revitalizante, aunque hay que tener precaución con las corrientes, especialmente si el mar está agitado. Esta playa no está pensada para el bullicio: es un lugar para quienes buscan una experiencia íntima con el mar.
Hay lugares para comer en la zona de Ilha Deserta: un restaurante que se funde con el entorno
La única estructura edificada en la isla es el restaurante Estaminé, un ejemplo de sostenibilidad y respeto por el entorno. Alimentado por energía solar y con un sistema propio de tratamiento de aguas, ofrece una carta centrada en el pescado fresco y los mariscos de la Ría Formosa. Sus platos combinan simplicidad y sabor, con opciones como arroz de marisco, almejas a la marinera, pulpo a la parrilla o camarones al ajillo.
El restaurante fue construido con materiales ligeros y está elevado sobre pilotes para minimizar el impacto sobre el terreno. Se recomienda reservar con antelación, especialmente en temporada alta, ya que la capacidad es limitada. El servicio es atento y pausado, como corresponde al ritmo de la isla. Para quienes prefieran algo más informal, es recomendable llevar un picnic propio, recordando siempre recoger todos los residuos para preservar el entorno virgen de la isla.
Consejos e información de interés para disfrutar de un espacio virgen sin alterarlo
La mejor forma de visitar la Ilha Deserta es tomar uno de los barcos regulares de la empresa Animaris, que salen desde Faro varias veces al día. También existen opciones de taxi acuático o excursiones guiadas, algunas con paradas en otras islas del parque natural. Es importante llevar todo lo necesario: protector solar, agua, gorra, calzado cómodo y algo de comida si se desea explorar más allá del restaurante.
La isla no permite pernoctaciones ni cuenta con alojamientos, lo que ayuda a preservar su carácter virgen. Al ser un espacio protegido, está prohibido recoger conchas, molestar a la fauna o salirse de los senderos marcados. Todo está pensado para que el visitante pueda disfrutar sin alterar el equilibrio del lugar. La mejor época para visitarla es entre abril y octubre, cuando el clima es más estable y los días son largos.
