En la costa sur del Algarve, allí donde la tierra se deshace en canales y bancos de arena frente al Atlántico, Olhão se resiste a la uniformidad del turismo. Es un pueblo de pescadores que no se ha dejado borrar, con fachadas cúbicas de cal y azulejo que evocan las rutas de los antiguos navegantes hacia el Magreb. Huele a sal, a pulpo secándose al sol y a pescado recién traído de la ría Formosa. En sus calles estrechas y luminosas se entrelazan los ecos de África, los acentos del Alentejo y el murmullo de las mareas. Olhão no es un bonito decorado, sino una vida en marcha: la del mercado local que se despierta antes que el sol, la de los ferris que zarpan hacia islas desiertas, la de los barcos que regresan cada tarde cargados de historias. Este es un lugar para llegar sin prisas, detenerse en los detalles y dejarse llevar por un ritmo que ya casi no se encuentra.
- Historia y contexto del pueblo: de aldea marinera a corazón del Algarve más genuino
- Qué ver en Olhão: entre calles blancas, azoteas y reflejos de la ría
- Excursiones desde Olhão cercanas que se puede hacer: islas de arena blanca y paraísos que se dejan tocar
- Dónde comer en Olhão: entre redes, brasas y cataplanas humeantes
Historia y contexto del pueblo: de aldea marinera a corazón del Algarve más genuino
Aunque los orígenes de Olhão se remontan probablemente a asentamientos de época islámica, su historia como núcleo urbano comienza a perfilarse en el siglo XVII. Entonces, era poco más que una aldea de pescadores que vivían en chozas de madera sobre la ría. El crecimiento del puerto y la importancia del atún y la sardina como motores económicos provocaron un lento pero constante desarrollo, favorecido por la cercanía con Faro y el acceso a las rutas comerciales atlánticas.
La gran transformación llegó en el siglo XIX con el auge de la industria conservera. Fábricas como Feu Hermanos, Lusiaves o Bela Olhão llevaron el nombre del pueblo a latitudes lejanas en etiquetas de hojalata. En paralelo, la ciudad adoptó una arquitectura propia: casas cúbicas con azoteas accesibles —inspiradas en modelos norteafricanos— y calles laberínticas que protegían del calor y del viento del mar. Era un urbanismo a la vez funcional y poético, nacido de la necesidad y de la búsqueda de una estética propia.

Durante el siglo XX, Olhão vivió entre la gloria y el declive: la sobreexplotación pesquera, el cierre de conserveras y el repliegue industrial afectaron al tejido social. Sin embargo, el nuevo milenio trajo consigo un renovado interés por su autenticidad. Hoy Olhão renace sin imposturas: conserva su alma obrera y marinera, mientras atrae a viajeros que buscan algo más que playas de postal.
Qué ver en Olhão: entre calles blancas, azoteas y reflejos de la ría
Casco antiguo: un laberinto donde no hay tiempo
Recorrer el casco antiguo de Olhão es como adentrarse en una ciudad de otro continente. La influencia morisca se revela en las fachadas cúbicas, en los patios interiores, en las escaleras exteriores que conducen a las azoteas y en la geometría irregular de sus calles. No hay grandes monumentos ni plazas majestuosas, pero sí un conjunto urbano de enorme coherencia estética y emocional.

Las calles Rua Dr. Manuel Arriaga, Rua Vasco da Gama o Largo João da Carma guardan tiendas de especias, zapaterías antiguas, pequeños bares donde suena fado y cafés con sillas de mimbre al sol. Los murales de arte urbano conviven con santuarios improvisados y puertas de madera desportillada. Pasear sin mapa es, aquí, también una manera de encontrar lo esencial.
Mercado de Olhão: el templo de hierro donde todo empieza cada mañana
Situado junto al paseo marítimo, el mercado municipal de Olhão es uno de los más emblemáticos de Portugal. Son dos edificios gemelos de ladrillo rojo con estructuras de hierro fundido que datan de 1915. En el primero, se vende carne, verduras y productos del interior del Algarve. En el segundo, el pescado recién traído de la ría ocupa los mostradores desde primera hora de la mañana: doradas, chocos, lenguados, almejas, berberechos y, sobre todo, el pulpo, emblema de la cocina local.
Aquí no solo se compra: se conversa, se negocia, se observa. Es el mejor lugar para comprender la vida cotidiana de Olhão y su relación visceral con el mar. En los alrededores hay terrazas donde probar una cataplana humeante o simplemente beber un café mientras se ve llegar a los pescadores con sus cajas azules.
Paseo marítimo y puerto: donde la ciudad se asoma a la ría
El paseo marítimo de Olhão se extiende frente a la ría Formosa como una línea entre dos mundos: la tierra de azoteas blancas y la marea que cambia de forma a cada hora. Recientemente renovado, este espacio cuenta con zonas ajardinadas, bancos de piedra, esculturas contemporáneas y miradores donde observar el ir y venir de los barcos.

Desde aquí salen los ferris a las islas de Armona, Culatra y Farol, y también pequeñas embarcaciones de pescadores que ofrecen rutas por los canales de la ría. El puerto deportivo añade una nota de calma sofisticada, pero sigue conviviendo con los astilleros tradicionales y los varaderos donde se reparan a mano las barcas de madera. Al atardecer, el paseo se llena de familias, músicos callejeros y viajeros que esperan el último ferri.
Excursiones desde Olhão cercanas que se puede hacer: islas de arena blanca y paraísos que se dejan tocar
Desde Olhão se accede fácilmente a algunas de las joyas más secretas del Algarve. La más popular es la isla de Armona, a solo 15 minutos en ferri. No hay coches ni grandes construcciones: solo senderos de arena, casas bajas de colores y playas donde el agua es transparente y tranquila. Ideal para nadar, leer o simplemente desconectar.
La isla de Culatra, más auténtica y menos turística, es un pueblo de pescadores rodeado de dunas. Aquí no se viene a ver, sino a vivir. Se pueden probar percebes y arroces de marisco en tabernas donde no hay carta, y caminar hasta el faro de Santa María por pasarelas de madera entre juncos y arenas doradas. También está Farol, donde los veraneantes portugueses alquilan casas frente a la playa y el tiempo parece discurrir en cámara lenta.

Para los amantes de la naturaleza, una ruta en barco por la ría Formosa es imprescindible. Se navega entre bancos de ostras, marismas llenas de flamencos y canales secretos que solo los locales conocen. La luz, aquí, cambia a cada minuto y hace del viaje una experiencia casi onírica.
Dónde comer en Olhão: entre redes, brasas y cataplanas humeantes
La cocina de Olhão es un reflejo de su geografía: mar, marisma y tierra interior. En el centro hay tascas donde todavía se sirven caldeiradas como antaño, pero también restaurantes que reinterpretan los sabores locales con un toque contemporáneo. Uno de los más conocidos es Vai e Volta, donde por un precio fijo se sirven sardinas a la brasa sin límite, junto a ensaladas y vino de la casa. En Tasca O Galo o Cha Cha Cha se pueden probar tapas locales en un ambiente distendido.
Para una experiencia más gastronómica, Café dos Mestres, en Fuseta, o Noélia, en Cabanas de Tavira —a 20-30 minutos en coche— ofrecen versiones delicadas del pulpo, la corvina o los arroces con almejas. Pero incluso un bocadillo en el mercado, con pan de maíz, queso de cabra y chouriço, puede ser una comida inolvidable si se toma al sol junto al puerto.
