Desde la arena de Poniente o Levante, cuando el sol comienza a derramarse sobre las fachadas de vidrio y hormigón, hay un elemento que nunca cambia: una isla solitaria, pétrea, recortada como un secreto sobre el horizonte. La Isla de Benidorm —también llamada Isla de los Periodistas, o sencillamente la Isla— no es un simple telón de fondo: es una anomalía suspendida en el tiempo, un fragmento de roca con vocación de leyenda. Cargada de mitos, habitada por aves y envuelta por uno de los ecosistemas más vibrantes de la Costa Blanca, este peñón solitario es mucho más que un islote: es una escapatoria, una postal viva que siempre parece observar en silencio la vida frenética de la ciudad.
- Contexto natural de la Isla de Benidorm: un santuario natural entre corrientes, aves y acantilados
- Se puede llegar a la Isla de Benidorm: travesía breve hacia otro mundo
- Actividades en la Isla de Benidorm: enclave privilegiado para el buceo e increíble mirador natural de la ciudad
Contexto natural de la Isla de Benidorm: un santuario natural entre corrientes, aves y acantilados
Apenas tres kilómetros separan a la Isla de Benidorm del bullicio costero, pero bastan para que parezca otro mundo. Con su forma triangular y su perfil abrupto, esta pequeña masa de tierra de solo siete hectáreas se levanta como una fortaleza natural en mitad del Mediterráneo. Su origen se remonta al sistema Bético, y aunque no hay consenso sobre si se trata de un resto volcánico o de una falla marina, el resultado es igual de fascinante: acantilados que se precipitan al agua, rocas doradas salpicadas de líquenes, y una orografía que invita a la contemplación.
Los orígenes de la misteriosa isla están envueltos en multitud de leyendas. Una de ellas cuenta que hace siglos vivía en la Sierra de Aitana un gigante melancólico que se enamoró de una joven local. Cuando ella cayó enferma, los sabios del lugar le dijeron que solo sanaría si el sol tocaba su rostro al amanecer. Pero la mole de la montaña —donde el gigante habitaba— proyectaba una sombra perpetua sobre el valle. Desesperado, el coloso golpeó con tal fuerza la cima de la montaña que arrancó un pedazo de roca y lo lanzó al mar. Así nació la isla de Benidorm, y así llegó por fin la luz al rostro de la muchacha. Algunos dicen que sobrevivió. Otros, que murió justo cuando el sol la tocó, como si su destino estuviera atado al de la isla. Otra versión menos romántica asegura que el peñón es un fragmento arrancado de la Serra Gelada durante un cataclismo, como si la propia tierra hubiera tosido este pedazo de piedra y lo hubiese escupido mar adentro.

Bajo la superficie, se despliega un tapiz submarino donde la posidonia oceánica actúa como el pulmón secreto del mar. En estas aguas respiran morenas, meros, estrellas de mar y nudibranquios fluorescentes. El entorno marino de la isla forma parte del Parque Natural de la Serra Gelada y constituye una de las reservas ecológicas más importantes de la Comunidad Valenciana. En la superficie, las aves gobiernan sin rival: cormoranes moñudos, gaviotas patiamarillas y pardelas mediterráneas convierten la isla en un baluarte ornitológico, un lugar donde el tiempo avanza al ritmo de las alas.
El acceso está regulado: no se puede pernoctar ni realizar actividades que alteren el ecosistema. Pero si se respeta la isla, siguiendo los senderos marcados y respetando la fauna, el visitante descubrirá un universo donde el Mediterráneo recupera su voz primitiva.
Se puede llegar a la Isla de Benidorm: travesía breve hacia otro mundo
A pesar de su apariencia aislada, la Isla de Benidorm es accesible en pocos minutos. Cada día zarpan embarcaciones desde el puerto, en el extremo sur de la playa de Levante, con trayectos de unos 15 a 20 minutos. Las compañías que operan el trayecto ofrecen salidas regulares durante todo el año, con mayor frecuencia en verano. Algunos de estos barcos tienen el fondo de cristal, lo que permite observar el fondo marino durante la travesía, una forma de ir entrando en contacto con el ecosistema de la isla incluso antes de desembarcar.
El desembarco se realiza en un pequeño muelle que da acceso al bar-restaurante que funciona como base de operaciones para los visitantes. Desde allí parten los caminos que ascienden por la isla, con diferentes miradores naturales. A pesar de su reducida dimensión, la sensación al caminar por ella es de estar en un lugar remoto, fuera del tiempo. No hay construcciones salvo un par de antiguas edificaciones en ruinas, y la vegetación autóctona, dura y adaptada al salitre, domina el paisaje.

No hace falta contar con un permiso especial para visitarla, pero sí es importante seguir las normas del Parque Natural: no salirse de los senderos, no molestar a las aves y no dejar residuos. Se recomienda llevar calzado cómodo, agua y protección solar, ya que no hay sombra natural ni infraestructuras turísticas más allá del embarcadero.
Actividades en la Isla de Benidorm: enclave privilegiado para el buceo e increíble mirador natural de la ciudad
La visita a la isla permite al viajero elegir entre distintas formas de explorar: desde el senderismo hasta la observación de aves, pero sin duda la actividad estrella es el buceo y el snorkel. El entorno submarino de la isla está considerado uno de los mejores puntos de inmersión del litoral alicantino. Las aguas son claras y tranquilas, especialmente en los meses de primavera y otoño, y permiten ver con nitidez la vida marina que habita entre las rocas y praderas de posidonia.
Existen rutas submarinas señalizadas que pueden realizarse con guías o de forma libre (si se tiene experiencia), y centros de buceo en Benidorm que organizan excursiones de media jornada. En la zona norte de la isla, conocida como «La Llosa», se encuentra un fondo submarino más profundo y técnico, reservado para submarinistas con titulación, donde se pueden ver meros de gran tamaño, barracudas y, con suerte, alguna raya.
En tierra firme, los miradores naturales ofrecen vistas extraordinarias de la costa de Benidorm, con sus rascacielos al fondo contrastando con la quietud del entorno. Es un lugar ideal para quienes practican la fotografía de naturaleza o simplemente buscan un rincón donde escuchar el mar sin interrupciones. Para los más tranquilos, el restaurante de la isla ofrece la posibilidad de tomar algo con vistas al mar, sin necesidad de grandes aventuras.
