Casco Viejo, el origen de Bilbao: qué ver y hacer
El Botxo, que es como los bilbaínos llaman cariñosamente a Bilbao, hunde sus raíces en el barrio de Casco Viejo —o Siete Calles—, un precioso entresijo de callejuelas que ostenta con orgullo el título de barrio más antiguo de la ciudad. El dulce aroma de las confiterías y pastelerías que colmaban el Casco Viejo allá por el siglo XIX todavía se respira hoy en esta zona única en la que conviven con encanto el comercio, la historia, el arte, la cultura y como no, la gastronomía vasca. Hogar de las más antiguas piezas arquitectónicas de la ciudad, como la Catedral de Santiago o la Iglesia de San Antón, sus calles y edificios rezuman el espíritu bilbaíno más auténtico, nacido hace más de setecientos años en la margen derecha del Nervión-Ibaizabal. No por casualidad este barrio fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1972, experimentando desde entonces sucesos tan felices como su peatonalización en 1979; o tan nefastos como las inundaciones que en 1983 obligaron a reconstruir la zona. A continuación, vamos a conocer el Casco Viejo tal y como hoy se nos presenta.
Sobre el nacimiento del Casco Viejo
Hay quien dice que el nombre de Bilbao proviene de la unión de dos palabras en euskera, “Bi Albo”, que significa “Dos lados” en castellano. Sentido no le falta, pues es sabido que Bilbao, antes de ser reconocida como villa en 1300, acogía en su territorio a dos pequeñas aldeas situadas a ambas márgenes del río Nervión. El actual barrio de Casco Viejo nace de la aldea de pescadores asentada en la orilla derecha, sobre cuya ladera se comenzaron a construir, alrededor del siglo XIII, tres calles paralelas llamadas Somera, Artecalle y Tendería. Fue en el siglo XV cuando se construyeron contiguamente las cuatro restantes, surgiendo así el mítico entramado urbano de Siete Calles.
Qué ver en el Casco Viejo: de norte a sur
Nuestro primer viaje comienza en el extremo norte del Casco Viejo, en el Kiosko del Arenal. Se trata de una pieza Art Decó construida a principios del siglo XX en el paseo homónimo, cuya cubierta volada, de gran expresionismo, pareciera presagiar la llegada posterior del Guggenheim a Bilbao. Hoy en día lugar de conciertos, fiestas privadas y sesiones de DJs, en época medieval el lugar que ocupa no era sino un varadero de barcos, puente privilegiado entre el norte de Europa y los reinos hispánicos.
Por entre las ramas de los plátanos de sombra que pueblan el paseo, podemos observar nuestro siguiente destino. La barroca Iglesia de San Nicolás, inaugurada en 1756, lleva inscritas en su fachada muescas de historia, como el cierre de sus puertas durante la invasión napoleónica, o el improvisado almacén militar que fue durante las Guerras Carlistas. Nos sirve además como nexo con el corazón del Casco Viejo. La contigua calle Ascao nos hace descender hasta la Plaza Nueva, una de las zonas más concurridas de Bilbao por la cantidad de bares que acoge, y sabido lugar de celebración de los antiguos Regocijos bilbaínos. Estos eran los festejos tradicionales que se celebraban en la villa y que, en 1872, con motivo de la visita de Amadeo I de Saboya, llevaron a inundar la plaza a fin de celebrar una auténtica fiesta veneciana.
A escasos dos minutos aguarda la vecina Plaza de Unamuno, popular punto de encuentro durante las noches de sábado, y dónde se nos presenta la oportunidad de visitar el Museo Vasco y el Museo Arqueológico de Bilbao. Previo saludo a la estatua del insigne escritor bilbaíno que preside el lugar, nuestros pasos enfilan la Calle de la Cruz en dirección sur. El Portal de Zamudio, uno de los dos accesos a la amurallada villa del siglo XV, simboliza el verdadero punto de entrada a las Siete Calles.


Iglesia de San Antón
A partir de aquí, es divertido calzarnos figuradamente el atuendo de los txikiteros: aquellos hombres que tradicionalmente iban de bar en bar bebiendo txikitos —o chatos de vino tinto—, mientras entonaban con ánimo fraternal las míticas bilbainadas. El Farol de Artecalle, una de estas páginas cantadas de la vida del viejo Bilbao, nos sirve como excusa para enfilar, siempre en dirección sur, la ancestral Artecalle —o calle de en medio—. Allí podremos buscar la hornacina de la Santísima Trinidad a la que un supuesto farol de aceite alumbraba en el siglo XIX, hasta que la devota mujer que lo alimentaba murió de viruela y este nunca más volvió a encenderse.
Dejando atrás los ecos de las bilbainadas, el descenso por Artecalle, o si lo preferimos por su vecina calle Somera, nos guía hasta la misma ría. En este punto, extremo sur del Casco Viejo, se intersecan edificios tan representativos de Bilbao como el Mercado de la Ribera, la Estación ferroviaria de Achuri o la Iglesia de San Antón. Esta última, por ser en otro tiempo segundo punto de acceso a la villa, aún conserva restos de la antigua muralla superpuestos a la espalda de su altar.
Qué ver en el Casco Viejo: de sur a norte
El Casco Viejo esconde tantos secretos que un segundo viaje, esta vez de sur a norte, nos puede ayudar a descubrir nuevos eslabones de la historia del origen del Bilbao. Desde la ría, es fácil volver a internarse en las Siete Calles. Nosotros proponemos hacerlo a través de la calle Carnicería Vieja, en referencia al primer matadero que la ciudad acogió en época medieval. Desembocamos en la antigua Catedral de Santiago, pieza ineludible del gótico vasco, cuyo culto al santo la convierten en lugar de paso obligatorio durante la peregrinación del ramal costero del Camino.


Catedral de Santiago Bilbao
A menos de doscientos metros encontramos el Palacio de Yohn —o Edificio de La Bolsa—, cuya construcción en 1890 sirve para ilustrar los proyectos de ensanche que la ciudad de Bilbao experimentó en esta época con motivo del despegue industrial. Aquí, además, se puede encontrar una estrella en el suelo que marca el único sitio del Casco Viejo desde donde es posible observar la Basílica de Begoña.
La calle Bidebarrieta nos dirige en dirección norte, pasando por delante de la Fuente del Perro, hasta el Teatro Arriaga, nuestra última parada en el camino. Hemos regresado a los Jardines del Arenal, es hora de recuperar fuerzas.


Teatro Arriaga de Bilbao
Los pintxos y los txikitos abren el camino
Las dos rutas propuestas encuentran su complemento ideal en la amplia y variada oferta gastronómica que ofrece el barrio de Casco Viejo. Los pintxos, acompañados de los txikitos, son un incentivo perfecto para ir haciendo camino, pues su cantidad moderada y su precio económico permiten esparcir la comida durante todo el día. Las concurridas Siete Calles acogen bares con tradición como la Taberna Iñakiren, el Bar Motrikes, el Bar Jaunak o el Bar Baste. Y si lo que queremos es sentarnos a comer, el Restaurante Pentxo o el Saibigain, por decir solo algunos, nos ofrecen una relación calidad-precio inmejorable.


Pintxos en el casco viejo de Bilbao
Información de interés
- Para hallar información sobre la oferta completa del Casco Viejo, se recomienda visitar la siguiente dirección web: http://www.bilbaoturismo.net/BilbaoTurismo/es/historia
Cómo llegar
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- En tranvía, descender en parada Casco Viejo.
- En metro, descender en parada de Unamuno o parada de San Nicolás.
- En coche, utilizar Parking del Arenal (el Parking de Plaza Nueva es sólo para residentes).
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