Las regiones del interior de Mallorca cuentan con una gran variedad de atractivos, pero reconozcámoslo: el plato fuerte de la mayoría de turistas que visitan la isla no es otro que ir de chapuzón en chapuzón por la paradisíaca costa mallorquina. Y no es para menos: de sus 550 kilómetros de litoral, 125 están ocupados por hasta 348 playas y calas de todo tipo y condición.
Entre ellas, las calas son las joyas de la corona: pequeñas, íntimas, muchas de ellas salvajes, escondidas… Por eso, recorrer la costa en verano descubriéndolas como si fueran piedras preciosas puede convertirse en la más agradable aventura.
Esta guía puede serviros como mapa del tesoro para encontrar algunas de las calas más espectaculares de la isla.
- Cala d’Or, con todo tipo de servicios
- Cala Mondragó y S’Amarador, a la playa en tren
- Cala Figuera, entre casitas de pescadores
- Cala Sant Vicenç, al pie mismo de Tramuntana
- Sa Calobra, una auténtica aventura
- Cala del Moro, secreto desvelado
- Cala S’Almonia, aguas cristalinas
- Cala Mitjana, a resguardo de la civilización
- Cala Varques, un ambiente hippie
- Cala Castell, la fortaleza sarracena
- Cala Tuent, bajo la gran montaña
- Cala Agulla, entre pinos, dunas y rocas
- Cala des Màrmols, con vistas a la isla de Cabrera
- Cala Formentor y otras salvajes calas del norte de Mallorca
Cala d’Or, con todo tipo de servicios
Las fantásticas playas de arena de Cala d’Or, en el sureste de la isla, son una cómoda opción para quienes se alojen en este popular complejo turístico, que cuenta con un puerto deportivo y una divertida vida nocturna. La principal, junto al puerto deportivo, tiene unos 40 metros de longitud. En ellas no podrás sentir el silencio a solas en medio de la naturaleza, sino que verás casas, hoteles y todo tipo de servicios bien cerquita del agua, una opción cómoda y a valorar si os alojáis en las proximidades.
Si lo que buscas es algo distinto a al bullicio en la playa, cerca de Cala d’Or hay varias calitas de menor tamaño bastante más tranquilas. Estas son: Gran, Petita, Ferrera, Egos, Esmeralda, Serena, Galera y d’es Forti.

Cala Mondragó y S’Amarador, a la playa en tren
Están a unos 6 kilómetros de Cala d’Or, distancia que puede recorrer en tren turístico. Son dos preciosas playas rodeadas de los pinares del Parque Natural de Mondragó, perfecto para hacer rutas por los alrededores. No obstante, las calas están en una zona muy concurrida por visitantes y suelen llenarse. Cuentan con algún chiringuito y restaurante en primera línea de playa, además de hoteles en los alrededores.
Mondragó tiene unos 145 metros de largo y su principal ventaja es que el agua tiene muy poca profundidad al principio, lo que es ideal para familias. Por su parte, S’Amarador tiene una longitud de unos 200 metros y está completamente rodeada de pinos y otras especies representativas de la flora mediterránea.

Cala Figuera, entre casitas de pescadores
Está en una curiosa entrada de mar en forma de Y donde encontramos un puerto pesquero tradicional. Lo más remarcable de esta cala no es tanto la zona de baño como las casitas de pescadores junto al agua, donde están siempre varados los llaüts, pequeños barcos de pesca típicos de las Baleares.
De hecho, aunque el baño es posible, éste es algo más ocasional que intencional. No obstante, resulta muy gratificante sumergirse en estas aguas, prácticamente transparentes, con unos fondos verde esmeralda y la autenticidad de la arquitectura de este típico pueblo marinero.

Cala Sant Vicenç, al pie mismo de Tramuntana
Está en el noroeste de la isla, cerca de Pollensa, y se trata de un popular complejo vacacional. Con gran variedad de alojamiento y servicios a pie de playa, el lugar conserva su antiguo encanto de pueblo tradicional y sus cuatro playas y calas de aguas cristalinas tienen de fondo el impresionante paisaje de la Sierra de Tramuntana.
Las dos que tienen un acceso más fácil desde el núcleo urbano son Cala Barques y Cala Clara, ambas entre rocas y con unas aguas en las que es posible ver el fondo sin necesidad de usar siquiera gafas de buceo. No obstante, la playa más grande de la localidad es Cala Molins, que tiene unos 45 metros de longitud y unos 50 de anchura.
En cuanto a Cala Carbó, se llega a ella a pie, a través de una pista asfaltada que parte desde Cala Molins en un trayecto de apenas diez minutos. Por sus fondos rocosos y la propia superficie de la playa es aconsejable llevar calzado de agua.
Sa Calobra, una auténtica aventura
Al noroeste de Mallorca encontramos estas dos pequeñas playas encajonadas entre moles de piedra y separadas por el Torrent de Pareis, un cañón por el que circula un torrente de agua. Lo primero para llegar a ellas es salirse de la carretera principal de la Sierra de Tramuntana y coger la endiablada MA-2141, llena de curvas y precipicios.
Una vez en la primera cala, donde podremos aparcar, solo es posible llegar a la segunda recorriendo a pie un camino de un kilómetro que pasa por un estrecho túnel. La aventura está asegurada.
Esta segunda playa es la más grande, con unos 100 metros de longitud, mientras que la primera tiene unos 30. Ambas están cubiertas de una mezcla de pequeños guijarros y arena y es muy cómodo tumbarse en ellas. Al no contar con servicios, son ideales para una jornada de contacto total con la naturaleza, que puede culminar con una de las puestas de sol más bonitas de Mallorca.

Cala del Moro, secreto desvelado
Oculta entre dos pronunciados acantilados, en el sureste de la isla, fue uno de los secretos más escondidos de Mallorca hasta que comenzó a correrse la voz. Por eso, hoy esta cala estrecha y rodeada de vegetación suele estar muy concurrida en verano, pese a que su difícil acceso incluye andar por un camino de tierra que baja por los acantilados.
La superficie de arena tiene unos 40 metros de longitud pero, por la profundidad de la bahía en que se encuentra, parece más grande y muchas personas plantan sus toallas sobre los acantilados.
Aquí apenas hay oleaje o corrientes, pero no es una playa indicada para familias con niños. Sobre todo por la dificultad de acceso, pero también porque no queda mucho espacio para el juego, sobre todo durante los días de mayor afluencia del verano.

Cala S’Almonia, aguas cristalinas
A solo 600 metros de la anterior y con una disposición muy similar, es perfecta para hacer snorkel por sus tranquilas y cristalinas aguas. Uno de sus atractivos son unos trampolines hechos de roca en los acantilados. Para acceder, hay que caminar unos 200 metros bajando por unas escaleras con desnivel pronunciado.
La pequeña cala ocupa un plano central dentro de la bahía S’Almunia, que se caracteriza por su perfil sinuoso y rocoso. Está completamente rodeada de pinares, que le dan cierta privacidad frente a la pequeña urbanización que hay en la zona.
Gran parte del encanto de estas tres calas es su difícil acceso, lo que desgraciadamente no siempre equivale a que estén poco concurridas. Protegidas por acantilados y rocas, en ellas se disfruta tanto del baño como del hecho de haber llegado hasta allí.
Cala Mitjana, a resguardo de la civilización
Ubicada en la costa noroeste, dentro del Parque Natural de la Península de Llevant, no encontraréis otra prueba de civilización que vuestro coche aparcado junto a ella. Rodeada de vegetación salvaje y expuesta a los vientos y el oleaje de alta mar, no se trata de una playa para familias, sino para aventureros y residentes locales. De hecho, no hay restaurantes o cualquier otro tipo de instalación o infraestructura en la playa o cerca de ella.
A cambio, la superficie arenosa, de un color blanquecino y unos 100 metros de longitud, es simplemente maravillosa. Y el mar que la baña impacta por su belleza y transparencia.

Cala Varques, un ambiente hippie
Pese a su cercanía a las zonas turísticas de Porto Cristo y Porto Colom, es una de las calas más vírgenes de Mallorca, debido a su complicado acceso: hace falta caminar 15 minutos entre pinares desde el aparcamiento. Eso hace que en esta playa de arena, rodeada de acantilados bajos, reine un ambiente “hippie” frecuentado por vendedores de artesanía y joyas, nudistas y residentes locales.
La superficie arenosa de la playa tiene unos 90 metros de largo. En cuanto al agua del mar, enmarcada por acantilados bajos y bastante vegetación, alcanza una gran profundidad al poco de entrar en ella. Y muy cerca hay un grupo de cuevas que hacen las delicias de los aficionados a la espeleología.
Cala Castell, la fortaleza sarracena
A esta cala salvaje que se encuentra al final de un barranco solo es posible llegar tras una caminata de varios kilómetros, ya sea desde Cala Varques o desde la possessió de Ternelles. Lo cierto es que la forma más cómoda y segura de llegar a esta ella es en barco. Debe su nombre a las cercanas ruinas del Castell del Rei, un castillo roquero del siglo XIII de origen sarraceno.
La superficie de la playa está cubierta de una mezcla de arena, grava y también de restos de las praderas de posidonia que cubren los fondos marinos de la zona. Éstos alcanzan una profundidad de unos ocho metros muy cerca de la orilla y son ideales para bucear con un tubo de snorkel.
Cala Tuent, bajo la gran montaña
Esta cala está situada a los pies del Puig Major, la máxima altura de Mallorca y de las Baleares, en plena Sierra de Tramuntana. Un lugar de naturaleza agreste, pero sin duda, lleno de atractivos.
Los 200 metros de longitud de la cala, desniveles cubiertos de pinos mediterráneos, están cubiertos de una arena gruesa. Aunque lo que se encuentra al llegar al agua son piedras y grava. Si puedes, lo ideal es que llegues aquí en barco y aprovechar esta oportunidad para visitar las cercanas calas de Sa Calobra y Torrent de Pareis.
Cala Agulla, entre pinos, dunas y rocas
A apenas un par de kilómetros de Capdepera, esta cala es un lugar perfecto para familias. Una cala rodeada de dunas, vegetación y zonas rocosas e integrada en el Parque Natural de la Península de Llevant. En los algo más de 500 metros de longitud de este arenal puedes practicar deportes como kayak, paddle surf y navegación a vela, aprovechando el escaso oleaje que suele haber.

Es una cala fácilmente accesible y que cuenta, en temporada alta, con socorristas, duchas y baños, además de chiringuitos. Por eso, es una de las más frecuentadas de la zona y el ambiente suele ser bastante animado.
Cala des Màrmols, con vistas a la isla de Cabrera
Son muchos los que acaban bañándose aquí de camino a Ses Salines, cabo bastante próximo a esta cala des Màrmols. Se trata de un arenal prácticamente virgen, entre acantilados de unos 20 metros de altura, bastante protegida del oleaje y, por lo general, poco frecuentada por bañistas. Esto se explica porque, para acceder a ella, hay que realizar una caminata de unos 5 kilómetros, ya sea desde el faro de Ses Salines o desde la cala S’Almunia.
En días despejados podrás divisar desde la cala des Màrmols la isla de Cabrera, además de toda la belleza del Mediterráneo que, en este lugar, se antoja especialmente azul y seductor.
Cala Formentor y otras salvajes calas del norte de Mallorca
Para terminar, no podía faltar un recorrido por algunas de las agrestes y salvajes playas que abundan en el norte isleño. En la Península de Formentor, la punta norte de la isla, la larga y estrecha Cala Formentor (1 kilómetro de longitud) es un lugar idílico de pinos y aguas turquesas, un paraíso natural con un único establecimiento hotelero, el lujoso Hotel Royal Hideaway, famoso internacionalmente por su exclusiva playa privada. Si llegáis hasta esta playa es casi obligatorio acercaros al faro del Cap de Formentor, el punto más septentrional de Mallorca, desde donde los días claros puede verse la isla de Menorca. En el propio cabo también podéis recalar en la tranquila Cala Murta, situada al final de un impresionante entrante de mar y rodeada por acantilados cubiertos de pinares. Es necesario caminar 2 kilómetros desde el aparcamiento por camino asfaltado.

En el noreste de la isla, a 7 kilómetros de Capdepera, la amplia Playa de Mesquida –unos 350 metros de arenal- sorprende por estar ubicada entre pinos y dunas pobladas por gran cantidad de aves, por lo que es considerada una “zona de interés especial”. Y a 11 kilómetros de Artà, supone toda una experiencia darse un baño en la vírgen Cala Estreta, llamada así por tratarse de un estrecho y rocoso brazo de mar de gran interés paisajístico. Por tierra solo es posible alcanzarla a pie tras una caminata, por lo que los pocos que la frecuentan llegan en barca.
