Desde el puerto deportivo del centro hasta la entrada de Puerto Banús, el Paseo Marítimo de Marbella se extiende a lo largo de unos seis kilómetros de litoral urbano en los que la ciudad muestra todas sus caras. Bajo la sombra de las palmeras, este sendero pavimentado recoge tanto la memoria del antiguo pueblo de pescadores como el brillo de la Marbella internacional, en una mezcla que se despliega paso a paso entre playas, esculturas, jardines, chiringuitos y villas señoriales. Inaugurado a mediados del siglo XX y ampliado progresivamente durante décadas, el paseo es hoy uno de los espacios públicos más queridos de una ciudad que supo reinventarse sin traicionar su raíz. Por sus baldosas han dejado huella aristócratas centroeuropeos y pescadores andaluces, refinados turistas con sombrero de ala ancha y runners que lo recorren cada mañana con la luz dorada del amanecer. Se trata de un escaparate privilegiado del estilo de vida marbellí: cosmopolita, relajado, con los pies en la arena y la mirada siempre vuelta hacia el mar.

  1. Contexto y situación del paseo marítimo: la arteria litoral de Marbella, entre yates de lujo y redes de pesca
  2. Paradas de interés: rincones junto al mar que cuentan historias de Marbella
  3. Bares y restaurantes en la zona: del chiringuito tradicional al lujo gastronómico

Contexto y situación del paseo marítimo: la arteria litoral de Marbella, entre yates de lujo y redes de pesca

El Paseo Marítimo de Marbella comienza junto al puerto deportivo del centro urbano y se extiende hacia el oeste bordeando algunas de las playas más emblemáticas de la ciudad: La Venus, El Faro, La Fontanilla o Casablanca, hasta fundirse con la entrada del opulento Puerto Banús. Este tramo central, de unos 6,5 kilómetros, forma un corredor costero continuo y perfectamente acondicionado, donde conviven el bullicio turístico con la vida vecinal. Hacia el este, el trazado continúa de manera discontinua en dirección a Río Real, Bahía de Marbella y las playas semisalvajes de Los Monteros, aunque ya no con la misma uniformidad. A partir del Hotel Don Carlos, en Elviria, el litoral se vuelve más agreste y fragmentado, con senderos naturales que invitan a paseos más solitarios y paisajes más abiertos. 

Este paseo, tal como lo conocemos hoy, comenzó a tomar forma a finales de los años 60, cuando Marbella dejó de ser un tranquilo pueblo de pescadores para convertirse en un epicentro del turismo internacional. En aquellos años, figuras como Alfonso de Hohenlohe y el príncipe Fahd de Arabia Saudí transformaron la imagen del litoral marbellí, atrayendo a aristócratas, artistas y magnates a un enclave donde el clima era benigno todo el año y el glamour empezaba a sustituir al salitre en el aire.

Sin embargo, el origen de esta franja litoral tiene una historia mucho más antigua: ya en el siglo XIX, cuando Marbella empezaba a despuntar como lugar de veraneo entre las élites andaluzas, se idearon los primeros paseos junto al mar, rudimentarios pero cargados de encanto. La necesidad de conectar los distintos núcleos costeros de la ciudad —desde el centro histórico hasta los incipientes complejos turísticos— fue dando forma al actual paseo, que no se terminó de consolidar hasta bien entrada la década de los 90. Hoy es una pasarela de convivencia entre la Marbella tradicional y la Marbella globalizada, entre la sombra de los ficus centenarios y el vidrio espejado de los hoteles de cinco estrellas.

Paradas de interés: rincones junto al mar que cuentan historias de Marbella

Caminar por el Paseo Marítimo de Marbella no es solo una actividad placentera: es una manera de descifrar la ciudad, de leerla como un libro al aire libre. Uno de los primeros puntos de interés es la Avenida del Mar, una conexión directa entre el casco antiguo y el mar, donde se exhibe una sorprendente colección de esculturas de Salvador Dalí fundidas en bronce. «El elefante cósmico», «Perseo» o «Don Quijote sentado» no solo decoran el paseo: lo convierten en una galería surrealista al sol, en un cruce insólito entre arte y cotidianidad.

Muy cerca se alza el Faro de Marbella, construido en 1864, que durante más de un siglo orientó a los marineros entre estas aguas. Aunque hoy ha sido eclipsado por edificios más altos, sigue en pie como un hito visual que une la historia marítima de la ciudad con su presente turístico. Junto a él, pequeñas plazas con bancos de cerámica vidriada y parterres con hibiscos y jazmines invitan a detenerse, a observar cómo los ritmos de la ciudad se ralentizan frente al mar.

El Puerto Deportivo de Marbella —también conocido como Puerto Marina La Bajadilla— es otro enclave imprescindible. A diferencia del ostentoso Puerto Banús, este puerto tiene una escala más humana, con barcos de recreo, pescadores locales descargando sus capturas al amanecer y restaurantes donde las frituras se sirven en cucuruchos de papel. En verano, desde aquí zarpan excursiones para ver delfines, practicar paddle surf o simplemente navegar hasta la línea donde el mar se confunde con el cielo.

A medida que el paseo avanza hacia el oeste, el perfil cambia. En la zona de Nagüeles y Casablanca, el paseo se ensancha y adopta un aire más residencial, salpicado de villas históricas, hoteles boutique como el Hotel Fuerte Marbella —inaugurado en 1957 y uno de los pioneros del turismo en la ciudad— y playas como La Fontanilla o El Faro, con servicios de hamacas, duchas y chiringuitos donde la sardina sigue reinando, pese a los menús internacionales.

Ya en las cercanías de Puerto Banús, el Paseo Marítimo alcanza su expresión más lujosa. Aquí los beach clubs, como Ocean Club o La Sala by the Sea, dictan el ritmo de una clientela que alterna baños de sol con champán frío y DJs internacionales. Las tiendas de diseñadores conviven con restaurantes de cocina fusión y coctelerías con vistas al mar, en un tramo que representa el rostro más mediático —y también más polarizante— de Marbella.

En dirección opuesta, hacia el este, el paseo gana en autenticidad y naturaleza. Al llegar a las playas de Río Real y Los Monteros, la arquitectura se despeja y el entorno se vuelve más silvestre. Las dunas de Artola, protegidas como paraje natural, ofrecen un contraste inesperado con el bullicio de las zonas céntricas. Aquí, el paseo se convierte en una pasarela de madera que serpentea entre matorrales costeros, pinares y miradores con bancos desde los que observar cómo el sol se funde con el agua en un espectáculo sereno y casi íntimo.

Bares y restaurantes en la zona: del chiringuito tradicional al lujo gastronómico

La oferta gastronómica del Paseo Marítimo de Marbella es tan variada como su paisaje. Aquí conviven los tradicionales chiringuitos de playa con restaurantes de alta cocina, ofreciendo opciones para todos los gustos.

Entre los clásicos de la zona destaca Chiringuito Pepe’s Bar, un referente para quienes buscan probar los famosos espetos de sardinas, asados sobre brasas en las típicas barcas de la playa. Otra buena opción para degustar este manjar es Los Sardinales. También sobresale Restaurante Soleo, con una carta de cocina mediterránea fusión basada en productos frescos del mar y una ubicación privilegiada a pocos metros de la orilla.

Para quienes buscan una experiencia más exclusiva, el restaurante Los Mellizos Marbella es una opción excelente. Su propuesta combina mariscos y arroces con una presentación cuidada y un servicio impecable. En la misma línea se encuentra Trocadero Playa, un elegante beach club donde la gastronomía y el ambiente chill-out se fusionan con el entorno paradisíaco del Mediterráneo.

Puerto Banús, en el extremo occidental del paseo, es el epicentro del lujo gastronómico. Aquí, restaurantes como La Sala o Bibo Marbella, del reconocido chef Dani García, ofrecen menús sofisticados en espacios que combinan glamour y exclusividad. Independientemente del presupuesto o el tipo de experiencia que se busque, el Paseo Marítimo de Marbella garantiza una oferta culinaria de calidad con vistas inolvidables al Mediterraneo.