Aunque Marbella brilla con luz propia en el mapa del turismo internacional, quienes se aventuran más allá de sus playas y su bullicioso puerto descubren un rosario de pueblos que dibujan otra Andalucía, más íntima y sorprendente. A pocos kilómetros de la ciudad, se extienden valles cubiertos de olivos, sierras donde el tiempo parece haberse dormido y aldeas que trepan por las laderas como si buscaran el cielo. Son lugares donde la vida sigue el compás lento del campo, donde los geranios desbordan los balcones y los campanarios aún marcan la hora. En esta ruta, cada pueblo revela un matiz distinto de la provincia de Málaga: desde la arquitectura morisca de Frigiliana hasta las casas excavadas en la roca de Setenil. Descubrir estos rincones es completar la experiencia marbellí con un mosaico de paisajes, sabores e historias que merecen ser recorridos sin prisa.

  1. Frigiliana: un tapiz blanco entre la montaña y el mar
  2. Ronda: la ciudad partida por un abismo
  3. Nerja: acantilados, cuevas y un balcón al Mediterráneo
  4. Setenil de las Bodegas: casas bajo la roca y sombras frescas
  5. Álora: castillos en lo alto y huertas a sus pies
  6. Júzcar: el pueblo que se tiñó de azul
  7. Ojén: entre arroyos y aguardientes

Frigiliana: un tapiz blanco entre la montaña y el mar

A unos 80 kilómetros al este de Marbella, Frigiliana aparece suspendida entre las estribaciones de la Sierra de Almijara y el azul intenso del Mediterráneo. Su silueta blanca es inconfundible: callejuelas empedradas que se retuercen sobre sí mismas, escaleras imposibles, patios floridos y azulejos que narran la historia del último bastión morisco en la península.

Frigiliana ha sido galardonada varias veces como uno de los pueblos más bonitos de España, y no es para menos. El Barrio Mudéjar, en la parte alta del pueblo, es una joya de la arquitectura tradicional andaluza. Aquí, cada rincón tiene algo que contar: desde la rebelión de los moriscos en el siglo XVI hasta la elaboración artesanal de miel de caña, que aún se produce en la antigua fábrica Nuestra Señora del Carmen. Además, el mirador de Santo Cristo ofrece una vista que corta el aliento, donde el pueblo se disuelve poco a poco en el horizonte del mar.

Pueblos cerca de Marbella
Vista de población de Frigiliana, blanco casas de pueblo en España el mar de fondo.

Ronda: la ciudad partida por un abismo

A una hora y media en coche desde Marbella, Ronda se alza sobre un profundo tajo que parte la ciudad en dos mitades. El Puente Nuevo, que conecta ambas orillas del abismo, no es solo una proeza de la ingeniería del siglo XVIII, sino el símbolo inconfundible de esta ciudad monumental que parece surgir de la piedra misma.

La historia de Ronda está marcada por su estratégica ubicación: íberos, romanos, árabes y cristianos dejaron aquí su huella. Su casco antiguo, en la parte sur del Tajo, conserva intacto el trazado andalusí, con callejones estrechos y frescos patios interiores. La plaza de toros de Ronda, una de las más antiguas de España, remite a la cuna del toreo moderno, mientras que los baños árabes, excavados junto al río Guadalevín, permiten imaginar cómo era la vida cotidiana en la Ronda nazarí.

Además, los alrededores ofrecen rutas de senderismo espectaculares por el Parque Natural de la Sierra de las Nieves y bodegas familiares que producen vinos tintos con personalidad. Ronda es un destino que exige tiempo y atención, porque cada piedra, cada rincón y cada silencio guarda siglos de historia.

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Vista panorámica aérea de la ciudad de Ronda, Málaga, Andalucía, España

Nerja: acantilados, cuevas y un balcón al Mediterráneo

Nerja, a poco más de una hora de Marbella por la costa, combina el encanto de un antiguo pueblo pesquero con algunos de los paisajes más impactantes del litoral malagueño. El Balcón de Europa, una antigua fortaleza reconvertida en paseo marítimo, se asoma al mar desde un promontorio rocoso y ofrece una de las vistas más icónicas de la Costa del Sol.

Pero si algo ha hecho famosa a Nerja más allá de sus playas y calas escondidas son sus cuevas. Las Cuevas de Nerja, descubiertas en 1959, esconden en su interior una de las columnas naturales más grandes del mundo, pinturas rupestres de más de 40.000 años y salas de dimensiones catedralicias. El festival internacional que se celebra cada verano en su interior añade aún más magia al conjunto.

Pasear por el centro de Nerja, con su arquitectura sencilla y luminosa, sus tiendas artesanas y sus terrazas frente al mar, es una experiencia placentera que combina historia, naturaleza y la atmósfera tranquila de un pueblo que, pese al turismo, no ha perdido su esencia.

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Vista aérea del Balcón de Europa en Nerja, Málaga,España – Foto de stock

Setenil de las Bodegas: casas bajo la roca y sombras frescas

Setenil no se parece a ningún otro pueblo. Literalmente. A diferencia de los típicos pueblos blancos andaluces que se aferran a las cimas, este se esconde entre los meandros del río Guadalporcún, ocupando las oquedades de la roca viva. Las casas de Setenil no se construyeron bajo los acantilados: son los acantilados los que sirven de techo a las viviendas.

Pasear por la calle Cuevas del Sol o la calle Cuevas de la Sombra es como adentrarse en un mundo subterráneo donde la temperatura se mantiene fresca incluso en los días más calurosos del verano. Las rocas se curvan sobre las fachadas y crean una sensación de abrigo única. Aquí, todo parece dictado por el capricho de la geología.

Setenil es también famoso por su gastronomía. El chorizo al infierno, las sopas cortijeras o los dulces de almendra son parte de una tradición culinaria austera pero sabrosa. Visitarlo es una experiencia que mezcla la sorpresa arquitectónica con la tranquilidad de la vida rural.

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Setenil de las Bodegas

Álora: castillos en lo alto y huertas a sus pies

Al oeste del río Guadalhorce, en el corazón del Valle del Sol, se encuentra Álora, un pueblo que ha sabido mantener intacto su carácter morisco-cristiano. Su castillo árabe, en la cima de una colina que domina el valle, fue una de las fortalezas clave en la resistencia frente a los cristianos hasta su conquista en 1484. Desde allí, la vista sobre las huertas, limoneros y olivares es tan amplia como serena.

La iglesia de la Encarnación, construida sobre una antigua mezquita, marca el corazón del pueblo, que conserva aún un aire de recogimiento. Álora también es una base perfecta para explorar el Caminito del Rey, una pasarela aérea que cuelga a más de 100 metros sobre el desfiladero de los Gaitanes, una de las rutas de senderismo más espectaculares de Europa.

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Álora

Júzcar: el pueblo que se tiñó de azul

Hay pocos pueblos en el mundo que hayan cambiado de color por una película, pero Júzcar es uno de ellos. En 2011, fue elegido por Sony para promocionar Los Pitufos y sus casas fueron pintadas de azul. Lo que comenzó como una campaña temporal se convirtió en seña de identidad: los visitantes aumentaron, y el pueblo decidió mantener ese colorido.

Más allá del reclamo visual, Júzcar se encuentra en pleno Valle del Genal, uno de los rincones más verdes y menos transitados de la Serranía de Ronda. Sus alrededores están cubiertos de bosques de castaños y encinas, perfectos para rutas de senderismo. En otoño, cuando las hojas enrojecen, el valle se transforma en un cuadro impresionista.

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Júzcar

Ojén: entre arroyos y aguardientes

A solo diez kilómetros de Marbella, Ojén ofrece un cambio radical de paisaje. El mar queda atrás y la sierra se cierra en torno a este pueblo encaramado entre barrancos y arroyos. Sus casas blancas parecen trepar por la ladera, buscando el sol entre las sombras frescas de las parras.

Ojén fue famoso por su aguardiente, un destilado que en el siglo XIX llegó a exportarse a Cuba y Filipinas. Hoy se puede visitar el Museo del Aguardiente y descubrir el proceso de elaboración de esta bebida típica. Además, su cercanía al Parque Natural Sierra de las Nieves lo convierte en un refugio perfecto para los amantes del senderismo.

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Ojén